MIRIAM REYES, «HAZ LO QUE TE DIGO»: COLISIONES GRAVITACIONALES Y VERGAS APUNTANDO AL HORIZONTE. Por Ángel Silvelo

Las almendras…, doradas y blancas. Las sábanas…, bordadas de unas flores que parecen proyectadas por un rayo láser sobre la cama. Y al lado; al lado un cuerpo de mujer…, de dorados cabellos y blanca piel. Estética y sueño. Dulzura y miedo. Todo y nada…, bajo el influjo de ríos manchados de sangre, mares de aire que no pesan o cables de luz que transmiten notas de música. El cuerpo frente al deseo. Lo posible frente a lo que no lo es. Vida y sueño, posibilidad e incertidumbre en busca del Dorado. Una tierra prometida que necesita del territorio del otro, pero que antes hay que atravesar plagada de mapas, montañas, riachuelos…, brazos, axilas, piernas. «Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo», nos dijo Wittgenstein. ¿Y qué nos importa? si los límites del mundo proyectado por Miriam Reyes en sus poemas son los planetas, de cuyas colisiones gravitacionales, se proyectan vergas apuntando al horizonte. La posibilidad de una nueva vida, sin embargo, es igual de imposible que el principio de incertidumbre, cuando nos expresa que nuestros cuerpos o nuestras vidas son como partículas que no pueden ser observadas y medidas a la vez. Una concepción poética, la de Miriam Reyes, que deviene en esa posibilidad última de unas palabras obsesionadas con el ritmo, la entonación y la musicalidad; palabras exentas de comas o puntos, y en las que ni siquiera caben los títulos.

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En esa necesidad del contínuum a través de las palabras se nos remarca la necesidad del ser uno mismo a través del otro. Miriam Reyes nos obliga a buscar y a encontrar el ritmo interno de sus palabras, y nos obliga también a reconvertirnos en espeleólogos del lenguaje reincidente de sus imágenes. Solo a través de esa búsqueda encontraremos la verdad que, en este caso, no es otra que esa materialidad que se convierte en extrema debilidad: «Parece compacta la tierra/ bajo nuestros pies./ Debajo de la tierra: roca./ Dentro de la tierra: roca/ Y aun así raíces insectos». Tras lo volcánico yace la vida. Al otro lado de la oscuridad existe una última fuerza a la que cada uno bautiza de una forma diferente…, y así hasta el final de los días. Este poemario titulado de forma imperativa, Haz lo que te digo, es una corpórea historia de amor, que comienza con la necesidad de ser el otro sin límites. Posibilidad que solo se puede materializar mediante la convulsa opción de apoderarse de lo más íntimo del ser amado, lo que solo se produce a través de la minería corporal del amante: «… y no me detengo hasta que soy tú/ y tu sexo es el mío hasta que soy yo/ quien está dentro». Esta es una superlativa manifestación de amor hacia el ser amado, pues QUIERO es el todo en la arqueología del otro y sus huellas. Esa relación de búsqueda prosigue en TÚ Y YO; un nuevo planeta donde las manos y los cuerpos, poco a poco, van dejando sitio al espacio que fluye entre los amantes; colisiones indoloras cuyas ramificaciones se extienden como mapas en los que es necesario situar ciudades y ríos, árboles y edificios, cielos y aviones. Accidentes geográficos a los que solo se contraponen los cuerpos: «No te necesito/ te dije./ Yo soy mi casa/ mi sangre solo la llevan/ un puñado de palabras/ y en mis brazos/ la única criatura soy yo». Cuerpos que no engendran sueños sino que se transforman en materia.

Miriam Reyes es la poeta de la materia y lo sabe expresar muy bien: «Lo que no nos hacemos sedimenta/ en la carne/ endureciéndola». Viaje interplanetario de superficies volcánicas que devienen en rocas. Cuerpos…, cuerpos reconvertidos en la argamasa de los recuerdos a través de los que verter la ausencia y el dolor. HAZ LO QUE TE DIGO necesita de una clave: la naturaleza, que, igual que una llave, nos abre la puerta hacia un nuevo lugar donde los cuerpos ya son meras aproximaciones: «Todo esto no es más/ y no será nunca más/ que una aproximación/ a lo que sea». Aquí mi lugar no es tu lugar, y el espacio que nos separa es el que utiliza el ocupa el lenguaje para modificar la realidad. Y como un testamento o declaración este poemario se cierra con «AQUÍ ESTOY», un conjunto de poemas que comienzan con una cacofonía en forma de verso repetido, como si con él pudiéramos apoderarnos del tiempo y el espacio cuales magos de la certidumbre que vencen los límites de la realidad. Vano intento y falso espejismo que le permiten a la poeta divagar por nuevos espacios con escenarios imposibles, y donde el paisaje no se detiene, quizá, porque todo es una sucesión de accidentes de: «sus pelvis de hormigón armado/ para cimentar sus vergas». Sexos petrificados en el olvido y el pasado porque son y serán: «músculo y materia oscura/ firmes como farolas flexibles como juncos». Y entonces…, solo nos quedan los márgenes, las siluetas y las puertas abiertas; líneas que, como caminos, nos invitan a seguir sus huellas.

Miriam Reyes es, sin duda, la poeta de la materia, de la arqueología o la marca sobre el cuerpo y el espíritu, y pertenece junto a otras jóvenes poetas españolas a una nueva generación de voces fracturadas por las redes sociales y la inmediatez. Quizá ella sea la más madura en su concepción poética junto a Elena Medel, que en Chatterton nos lanza un serio aviso sobre la importancia del paso del tiempo. Sin embargo, sería injusto dejar de lado otras concepciones del mundo poético, como, por ejemplo, las del manicomio del amor de Noemí Trujillo o su eco de las habitaciones vacías, la geometría de los recuerdos de Paula Bozalongo, o la intensidad de los espacios vacíos entre el pecho y la vagina de Luna Miguel. Miriam Reyes y su poemario Haz lo que te digo son un viaje por el espacio que nos invita a observar más de cerca tanto las colisiones gravitacionales como las vergas apuntando al horizonte.

Ángel Silvelo Gabriel

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