Este conte drolatique es un perfecto compañero de viaje para las calurosas sobremesas del verano. Corto, directo, moralizante sin ser agresivo, se deja leer a la vez que se disfruta de su lectura. A medida que avanzamos en su argumento, el relato corto al que cabría tildar más de cuento, se nos muestra bajo nuestras pupilas con un perfilado y alegórico estilo tan fresco como dinámico, y en el que podemos encontrar una vez más la maestría narrativa del gran Stefan Zweig, que es capaz de invitarnos a pensar sin apenas darnos cuenta, y que como en muchas de sus composiciones, nos utiliza para reafirmarse en cada una de sus posiciones morales, que en este caso, están ampliamente sazonadas por la picaresca. A todo ello, hay que añadir la cuidada edición de Acantilado, que una vez más nos invita a zambullirnos en el mar de la literatura bajo las aguas de los grandes clásicos, como si los lectores de sus libros, fuésemos la necesaria unión entre su nadador y el agua a la que éste va buscando.
Sin ser una de sus grandes composiciones, Las hermanas es un relato en el que Zweig juega con la idea del doble; un doble conformado por la pasión y la virtud, que como un espejo y su reflejo, acaban uniéndose en algo definitivamente único. Aquí, Zweig nos presenta a la virtud y la pasión como si fueran contrapuestas cuando no lo son, pues la fina línea que las divide todos somos capaces de atravesarla con demasiada facilidad. Del mismo modo, el gran escritor austriaco parece advertirnos de los caprichos del destino, que primero es capaz de dárnoslo todo, para posteriormente quitárnoslo de una forma no menos caprichosa, y despojarnos así de aquello que tenemos, aunque ni lo necesitemos ni mucho menos lo amemos. Pasión y virtud, que personificadas en las hermanas Helena y Sophia, marchan de la mano para acabar refugiándose en la leyenda que el paso del tiempo ha convertido en un edificio antiguo con dos torres gemelas en las que los viandantes pueden reparar y disfrutar de su efecto óptico (iguales-desiguales), y que la luz de la noche las convierten en la sombra una de la otra, pues por mucho que nos empeñemos nada es lo que parece, quizá porque estemos bajo el influjo todopoderoso de los espejos y espejismos…
Artículo de Ángel Silvelo Gabriel.