Una novela tiene un inicio y un final y estos deben, de alguna manera, encajar entre sí. La novela que aquí presentamos, La bóveda de los recuerdos de Carlos Alonso Sainz, una novela histórica sobre la memoria de la guerra española, pero lejos, de hecho, del contexto en sí de la guerra española, es toda una obra de ingeniería en sí misma porque ha conseguido abrir un círculo y cerrarlo. También he conseguido rescatar vivencias, algunas inspiradas en hechos reales, otras en un marco de ficción, así como dar un importante peso a las historias de los objetos y narrar, sobre todo, lo que fue el escenario de una derrota.
La bóveda de los recuerdos encierra mucho de nuestra historia cercana. ¿Crees que pronto esta puede ser olvidada?
En el sentido de sucesión de acontecimientos inscritos en un contexto de espacio y tiempo, no. Ya están los manuales de historia, las hemerotecas, los bancos de imágenes…, pero las impresiones, las sensaciones y las pequeñas vivencias personales anidadas en la memoria colectiva y, sobre todo, en la personal sí. Sí que pueden ser olvidadas si no se fijan, de alguna manera, en la creación literaria y artística, porque estas morirían, si no, con las personas que las portan.
Además, en el caso específico de nuestro país, nos encontramos con un elemento distorsionador: hay heridas que siguen abiertas porque o no se cerraron, o se cerraron en falso. Quizá producto de la estrategia de la amnesia colectiva interesada que se hizo durante el periodo de la Transición Democrática. Aquello sirvió para modernizar el país y mirar hacia adelante, pero las heridas mal cerradas, tarde o temprano, vuelven a sangrar.
¿Por qué has decidido escribir esta obra?
Llego a un punto en mi vida, como uno de los personajes del relato en que, mirando atrás, empiezas a hacer una especie de balance provisional de tu vida. Te das cuenta de que por ella han pasado personas que ya no están, pero que llenaron una gran e importante parte de tu existencia. Además, eres consciente de que probablemente formas parte de la última o de las últimas generaciones que han recibido el relato oral directo, personalmente de los actores de un período histórico. Aquella información recibida se componía de una relación de hechos y acontecimientos, pero también de anécdotas, impresiones y vivencias personales. Todo ello quedó archivado en un almacén de recuerdos personal que desaparecería conmigo si no se conservaba, de alguna manera, si no se “fijaba”, como decía antes, en el soporte de algún trabajo literario.
Por otra parte, aquel relato oral recibido a lo largo de años, por proceder del entorno del bando perdedor del conflicto, tenía una particularidad: se componía, en gran parte de silencios. Hablar de ciertas cosas, en plena dictadura, implicaba miedos y precauciones, por lo que era un ejercicio personal, del receptor de la información, el ir armando como un puzle una historia coherente que nunca terminaba de estar completa.
Hay un momento en la novela en que uno de los personajes le dice a otro algo así como: “¿Quieres contar una historia?, pues la cuentas, y si te faltan cosas, te las inventas”. Esto no es posible en un ensayo o en un trabajo de investigación histórica, por ejemplo, pero en una creación literaria la libertad es absoluta. Da igual que fuera exactamente así si podría haber sido así.
¿Cómo ha sido el proceso de documentación para escribirla?
Lógicamente tenía ya una base de conocimientos históricos del período de la II República, la Guerra Civil, la posguerra y la dictadura por lecturas y más lecturas, a lo largo de años.
Me interesaba, sobre todo, ser muy preciso en las descripciones de los lugares y de los objetos. Los objetos cuentan cosas y también forman parte de nuestro banco de recuerdos y de nuestra memoria personal. Los objetos evocan e irradian vidas anteriores. Por ejemplo: ¿Por qué vuelve ahora la pasión por los vinilos, cuando puedes escuchar su mismo contenido deslizando tu pulgar por un cristalito que llevas siempre encima?, pues porque el objeto físico te cuenta cosas y te evoca recuerdos: recuerdas cuándo lo compraste, dónde y con quién ibas, lo que dudaste en gastarte ese dinero para comprarlo, las veces que has mirado la carátula y la contraportada, dónde estabas y qué hacías entonces… Los objetos cuentan cosas. Si en La bóveda de los recuerdos se menciona en 1939, en algún lugar de Francia, a una persona con una cámara fotográfica para confeccionar la documentación falsa de otro personaje, la cámara se nombra por su marca y modelo. Antes de escribirlo me he asegurado en páginas de subastas, catálogos de fabricantes de la época y fotos, que la citada cámara estuviese en circulación en ese momento e incluso que su coste pudiera estar al alcance del personaje que estoy dibujando. Supongo que esto es un elemento consustancial a la parte de la novela que puede considerarse como de ficción histórica, pues se trata de pintar un escenario y un contexto lo más realista y exacto posible con precisión de orfebre.
En algún momento has dicho: «No quería escribir un libro más sobre la Guerra Civil». Cuéntame.
Se dice a menudo que sobre la Guerra Civil española se ha publicado más que sobre la Segunda Guerra Mundial. Yo no estoy seguro, pero lo que sí es innegable es que no deja de suscitar interés. También hay quien se ha referido a ella como el “último de los conflictos románticos del siglo XX”. Por otra parte, yo creo que la obra definitiva son los Episodios de una guerra interminable de Almudena Grandes. Después de ellos, poco más queda por decir o, al menos, mejor.
La bóveda de los recuerdos no es un libro más sobre la Guerra Civil, de hecho, si bien es cierto que planea sobre la historia en su conjunto, también es cierto que es lo que menos aparece en el libro, prácticamente nada. Quería centrarme más bien en el escenario de una derrota y el principio del exilio tras la toma de los últimos objetivos por las tropas de Franco. Me interesaba pintar a unos personajes derrotados, pero que finalmente eligen sobrevivir en un entorno devastado material y moralmente. Como la vida termina por abrirse paso, un hijo de la derrota ve el tardofranquismo con los ojos de un niño de ocho o nueve años y la vivencia de los albores de la Transición Democrática ya como adolescente. Por otra parte, una peculiar mujer actual, de 2023, trata de encontrarse a sí misma, terminando por descubrir que también ella, completamente ajena toda su vida a todas las vivencias del resto de personajes, que también ella tiene una herida abierta y sangrando que comparte.
¿Qué feedback estás recibiendo por parte de los lectores con respecto a la lectura de La bóveda de los recuerdos?
Después de las presentaciones y que se calman las aguas de la novedad entre el círculo más cercano de amigos, conocidos, familiares, etc., donde nunca puedes estar seguro de la sinceridad de las valoraciones, pues el elemento de vinculación emocional y personal no puede dejar de estar presente, me resulta muy gratificante escuchar o leer opiniones de lectores absolutamente desconocidos. Me gusta escuchar que no se han tragado un ladrillo, que les ha sorprendido y lo mejor: que han disfrutado con la lectura, y que, aun no creyéndolo desde el principio, la historia les ha enganchado. Soy consciente que la parte de novela negra que contiene muchos de sus capítulos puede enganchar, de hecho, mi intención con la historia era crear una expectación continua y no rebajar la tensión hasta el final.
Aunque al principio me causaba pánico, la experiencia más gratificante que he tenido ha sido un encuentro con lectores en la biblioteca de Dénia, la ciudad donde resido. Un grupo de apenas unas 25 personas, completamente desconocidas, que habían leído la novela y allí estaban, delante de mí, dispuestas a comentarme sus impresiones.
¿La parte más difícil de escribir esta novela?
Aquí voy a ser breve porque lo tengo muy claro y no hay mucho más que decir. La parte más difícil fue construir una historia circular en múltiples escenarios temporales y geográficos con personajes bastante dispares. Circular quiere decir que, al final, el círculo debe cerrarse y todo debe cuadrar y quedar resuelto. La dificultad añadida es hacerlo de una forma que mantenga la tensión del lector, que no aburra y que, aun siendo compleja, este no se pierda y tenga en todo momento control de lo que le están contando.
¿Y la más fácil?
Aquí también voy a ser breve. Lo más fácil, y también lo más gratificante, fue escribir las vivencias del personaje niño en los últimos años del Franquismo y del adolescente de la Transición, pues básicamente acudí a mi propio almacén de recuerdos personales.
¿Te gustaría ser reconocido como escritor de novela histórica o vas a ir variando el género?
He descubierto que me siento cómodo en el género de la ficción histórica, pues aparte de construir la trama del relato, es muy gratificante y evocador hacer bricolaje construyendo los escenarios, como el documentalista de una producción audiovisual. Me he dado cuenta que con La bóveda de los recuerdos he conseguido “oficio” y agilidad, pero ahora mismo no me apetece, de momento, seguir por el mismo camino. Quizá más adelante. No lo sé cierto. Me interesa más explorar otros terrenos.
Hace tiempo que descubrí la frescura y el sentido del humor del escritor finlandés Arto Paasilinna. También me he dado cuenta de que es un terreno, el de hacer de lo extraordinario algo cotidiano, normalizar lo inverosímil, en el que me encuentro a gusto.
¿Puedes adelantarnos algo sobre tu próximo proyecto?
Tengo varias ollas en el fuego. Uno de los guisos es también de ficción histórica, o más bien de traiciones y lealtades en un contexto que no es actual, y otro, el que tengo más avanzado y el que me apetece escribir más, es en la línea abierta, como decía antes, por Paasilinna y otros escritores nórdicos de “normalizar o hacer cotidiano lo extraordinario”.
Con el hilo conductor de un episodio de violencia de género, intento construir una trama sobre la relatividad de muchos de los principios que rigen nuestras vidas que, en realidad no son nuestros, siempre son de otros. Por comodidad o por conveniencia los asumimos como propios. Así, un reducido grupo de personas muy dispares, con gran parte de sus vidas ya vividas, consiguen hacerse mejores personas convirtiéndose en asesinos.