«Contagio» y Saramago.

«Contagio» y Saramago.

 

  Un zorro volador (una especie de murciélago), huésped de un extraño virus, mordisquea una banana en Hong Kong… esa banana es desechada para los cerdos… los cerdos se la comen con avidez… uno de los cochinillos es sacrificado para un prestigioso hotel… el cocinero, sin ninguna precaución o asepsia, lo trincha para cocinarlo; le vacía la boca y se llena las manos de sangre… un camarero entra en la cocina y le dice al cocinero que una acreditada ejecutiva de Illinois quiere fotografiarse con él… el maestro de viandas sonríe, en un gesto rápido se limpia las manos en el delantal y sale a inmortalizarse con la bella dama… le tiende a la joven una mano, la misma que unos minutos antes estaba embadurnada de sangre del lechón, se dispara un flash… y comienza la pesadilla… Ese virus, en principio inofensivo para los murciélagos y ante el que permanecían indemnes, muta en el cerdo y se convierte en letal para el ser humano. Se transmite por el aire, con el mínimo contacto, y produce una encefalitis mortal. Este es el origen de la terrorífica infección que se extiende como la pólvora en ‘Contagion’ (Contagio), la interesante peli de Steven Soderbergh (‘Ocean’s Twelve’, ‘Solaris’, ‘Erin Brockovich’…). Parece un tema muy manido, pero la película, la verdad, tiene su aquel.

  Me ha gustado mucho lo que se lee entre líneas, como en una buena novela, todo aquello que el escritor nos muestra sin necesidad de explicaciones gratuitas, para que el lector pueda extraer sus propias conclusiones sin ser adiestrado; son migajas, pistas o señales para activar las carreteras del pensamiento o de las reflexiones que alimentan la consciencia. Como la prosa narrativa del genial y ya fallecido escritor portugués, José Saramago (creo que las dos últimas sílabas de su apellido son un buen epíteto de su escritura…). A medida que la peli avanzaba, su desarrollo me ha conducido al recuerdo de dos de sus más célebres e interesantes novelas: “Ensayo sobre la ceguera”“Las intermitencias de la muerte”; tanto en los libros como en la peli podemos percibir, de forma muy clara y sutil, las similitudes y paralelismos que nos invitan a parecidas meditaciones: ¿Por qué (o para qué) el ser humano es la especie más ruin cuando su vida está en juego?, ¿por qué es necesario que en estas situaciones alguien (o algunos) se erija en faro o guía del camino de una mayoría “dormida” y abocada por ello a la extinción? 

contagio  Todas estas historias depositan en algún rincón de la mente del espectador la patética semilla del lado más decrépito y miserable del ser humano, esa inoportuna simiente que germina en situaciones extremas y aterradoras. En la teoría de la evolución de Darwin, se cuestiona la supervivencia de los “débiles” y se apuesta por una cruel “selección natural” de los más fuertes. Lo que Darwin quiso decir, quizás, es que debían morir los individuos menos “válidos”, los que menos aportan al grupo o son muy diferentes al resto, para que la especie evolucione y pueda seguir adelante. Lo mismo no fue una teoría desacertada para aquella época en la que la ciencia daba sus primeros pasos por un sendero reduccionista; sin embargo, vista desde un prisma más actual, me parece una forma de pensar cruel y muy materialista… A lo mejor, la fuerza ya no es tan adecuada para sobrevivir, como nos describe Saramago o vemos en la película, acaso sea más importante el sentido común y un pensar sano, porque detrás de los individuos más fuertes (en apariencia), casi siempre encontramos una gran debilidad de pensamiento y emoción.

En “Ensayo sobre la ceguera”, el miedo a quedarse ciegos y el instinto de sobrevivir a cualquier precio, les enfrenta a lo más primitivo y mezquino de la especie humana; cualquier vestigio de civilización peligra como un nevero con el primer rayo de sol. Sin embargo, tanto la peli como la novela dejan bien claro que, a pesar de las vilezas cometidas por el terror a morir o a quedarse ciego, la consciencia es indestructible y siempre quedará alguno o algunos para recordárselo a los que sólo les interesa su salvación: el faro de la consciencia frente a nuestros instintos más primarios… Y en el aire, se mece la pregunta ineludible: ¿Y a nosotros?, ¿nos interesa seguir esa luz?, o ¿nos resulta más cómodo perdernos entre el rebaño ignorante y dejarnos conducir?

  En “Las intermitencias de la muerte”, Saramago nos plantea una atractiva y fantástica hipótesis: “¿qué pasaría si la gente de un país imaginario, coincidiendo con la llegada de un nuevo año, dejara de morir?… Y ojo, que no se refiere a la deseable inmortalidad del héroe, esa con la que todo ser humano ha soñado alguna vez; nos habla de una molesta “eternidad” que se convierte en una verdadera lacra burocrática y social, del terrible choque demográfico que se genera con una repentina ausencia de mortandad y del peligro de todas las profesiones y estamentos relacionados con Tánatos. Y como, de la nada, siempre surgen individuos saprófitos dispuestos a lucrarse con el mal ajeno: del que muere con la facilidad de una chinche, en el caso de la peli, y del que no se muere ni para atrás, en el caso de la novela. En esta época tan materialista y abocada al consumo desmedido, no se qué resulta más amenazante o aterrador: un mal muy contagioso, la ausencia de descanso eterno o todas las cínicas y tóxicas artimañas que despliegan los protocolos burocráticos, como una alfombra envenenada, en este tipo de situaciones. Y es que, cuando está por medio el poderoso caballero de papel y metal, la muerte (o la inmortalidad) pasa a un plano secundario como una actriz de reparto, y sobre el escenario cobran protagonismo las mafias invisibles que manejan los hilos y obtienen beneficio con la desgracia ajena. El eterno dilema de la humanidad: infortunio de muchos… fortuna de unos cuantos.

  Además de todas estas sincronicidades, la peli tiene un hilo conductor que no podemos pasar por alto: como se puede llegar al más atroz aislamiento social y a la desconfianza más cruel por miedo al otro. Un inocente y cotidiano apretón de manos puede convertirse en el más peligroso de los gestos, uf… Precisamente ese era el tema de uno de los primeros relatos que escribí, “Los abrazos castigados” basado en la hipótesis fantástica de: “¿Qué pasaría si estuviera prohibido abrazarse en público?”… 

Como ya os he comentado al principio, esta película da para pensar y mucho… Muy recomendable si aún no la habéis visto.

 

*«Esta reseña fue escrita por su autora el 14 de marzo de 2014».

Palabras desde mi luna
Mar SolanaMar Solana

Blog de la autora
Colaboradora de Canal Literatura en la sección «Palabras desde mi luna»

 

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