Estamos ya con nuestro invitado de hoy. Afamado sociólogo, investigador, y escritor, el Doctor Carnero Bravo que acaba de publicar un nuevo libro. Este es su programa de radio de siempre: ¡Las mañanitas de la radio!. Quien les habla, como viene siendo habitual desde hace más de veinte años a través de las ondas hertzianas, Marcos Torbellino. Son las diez en punto de la mañana, como sucede cada mañana a esta misma hora.
-¿Cómo está doctor Carnero?.
-Carnero Bravo.
-Sí, así es: ¿Cómo está doctor Carnero Bravo?.
-Estoy siendo entrevistado en este preciso y precioso instante.
-Sí, eso es obvio, pero ¿qué nos podría contar sobre la delicada situación social por la que atravesamos en este momento?
-Difícil. Difícil situación. Jodida situación, me temo.
-¿Por la crisis económica?
-Y por la crisis de confianza.
-¿Hacia quién? ¿A quién hemos dejado de creer?
-A todo el mundo. Ya no creemos ni en las instituciones, ni en los bancos, ni en las empresas, ni en las religiones, ni tan siquiera en nosotros mismos.
-¿Y eso a qué es debido? ¿Cómo se ha producido esa hecatombe?
-A que nos hemos dejado engañar como bellacos.
-¿Entonces, estamos ante una grave de crisis de confianza?
-Sí, evidente, y más perdidos que Carracuca?
-¿Quién era Carracuca, doctor?
-Yo no soy historiador, soy sociólogo. Lo de Carracuca lo decía mucho mi abuela, que era muy sabia. En paz descanse, la pobre.
-Pero volvamos al meollo de la cuestión: ¿piensa usted que deberíamos creer en algo o en alguien?
-Yo creo que deberíamos volver a creer en los valores que abandonamos tras sucumbir al engaño del tocomocho y apostar por un modelo de crecimiento sostenible. Perdimos el norte al creernos el cuento de que eramos una gran potencia económica y lo estamos pagando en forma de hipotecas sobrevaloradas, en tasas insostenibles de desempleo, y en un incremento tremendo de la desigualdad.
-¿A qué valores se refiere, doctor Carnero?
-¡Bravo!.
-Sí, Carnero Bravo.
-No, ¡Bravo!, me refería a que me alegra mucho que me haga esa pregunta.
-¡Ah! Entiendo. Entonces: ¿cuáles son esos valores?
-Amistad, solidaridad, modestia, esfuerzo, generosidad, educación, paciencia, perseverancia, sencillez, metas, sueños…
-¿Cree usted que hemos dejado de soñar, doctor?
-No, no es eso; lo que ocurre es que tan sólo soñamos con cosas materiales y además las queremos ya, de ipso facto. Y eso es lo que nos genera una sensación continua de ansiedad, y, por consiguiente, de profunda frustración.
-¿Quiere decir que no tenemos paciencia para lograr las cosas?
-No, ninguna, la hemos perdido por obra y gracia de la cultura del pelotazo. Un tonto, muy tonto, podía conseguir, de ayudante de albañil, diez veces más que un joven que había estudiado una carrera que a lo más que podía aspirar era a una plaza de ayudante de un becario, y eso ha hecho que la juventud pierda la confianza y no crea en el camino del esfuerzo. Le hemos dado todo el valor al camino que pervertía nuestro sistema de valores y ahora no somos capaces de reencontrarnos con ellos. No vemos la forma de reconstruirlo.
-¿Y qué podríamos hacer?
-Renunciar a lo superfluo.
-Concrete, doctor. Ponga un ejemplo.
-No hagamos lo que hace todo el mundo…
-No le entiendo.
-Claro, eso le sucede porque usted, seguramente, hace lo mismo que todo el mundo. A ver: ¿dónde compra usted habitualmente?
-En un centro comercial.
-¿Nunca compra en el mercado tradicional o en el pequeño comercio de su barrio?
-Rara vez. En el centro comercial lo tengo todo a mano. No tengo tiempo para ir de tienda en tienda.
-Ya…es por el tiempo. ¿Qué hizo usted ayer cuando salió del trabajo?
-Ir al gimnasio.
-¿Cuánto paga al mes?
-Treinta euros, ¿por?
-¿Cuánta gente había?
-Mucha, ¿por?
-¿Iban todos vestidos igual?
-Más o menos.
-¿Nike? ¿Adidas?
-Sí.
-¿Mirando, de manera obsesiva, unos relojes mágicos que le indican las calorías consumidas y le miden el esfuerzo realizado?
-Sí. ¿Y?
-¿Vio a alguien tomando bebidas isotónicas o energéticas?
-Sí, varias.
-Usted también tomó alguna.
-Yo soy más de Aquarius.
-Pues yo soy más de agua fresca.
-¿Y no va al gimnasio, doctor?
-No, suelo ir a un parque que hay frente a mi casa. Con los treinta euros mensuales que me ahorro, la ropa deportiva de marca que no me compro, los aparatejos que descarto, las bebidas energéticas que no me bebo, y los cigarrillos que no me fumo en la puerta del gimnasio, me voy de vacaciones a la montaña de Portugal todos los años y aún me sobra dinero. Me alegra decirles que cada vez veo más gente en los jardines haciendo deporte, leyendo, y socializando.
-¿Y eso es bueno?
-Buenísimo.
-¿Podría poner otro ejemplo?
-Cientos. Pero dígame: ¿usted, señor Torbellino, adónde va de vacaciones?
-A la playa ¿por?
-Lo ve. Como todo el mundo. Usted hace lo que se supone que hay que hacer. ¿Dónde queda su propio criterio?
-Pero yo quiero ir a la playa…
-¿Ha comprado usted o va de alquiler?.
-Voy de alquiler, ¿por?
-¿Formaliza usted el contrato o no?.
-(……)
-No, no hace falta que responda. Nadie lo hace. El pelotazo consiste en eso, grandes movimientos de masas haciendo lo mismo y propiciando espacios para el enriquecimiento ilícito y la especulación.
-Es muy interesante lo que usted opina. Tan interesante como controvertido.
-Claro, decir lo que no le gusta escuchar a la gente es generar polémica. Por eso, para no generar polémica, y que no nos miren como a un bicho raro, sucumbimos ante la masa y terminamos plantando la sombrilla en Torrevieja, en pleno agosto, pagando las cervezas a precio de oro, y más del triple por los servicios que nos ofrecen, que suelen ser pésimos porque cada vez hay menos mano de obra cualificada. La masificación favorece la especulación y la explotación. Al igual que en las pizzas, el secreto está en la «masa».
-¿Por eso usted se va a la montaña portuguesa?.
-Yo busco la tranquilidad y allí no hay turistas. Como productos locales, paseo por un pueblo de mil habitantes, me baño en el río junto a la gente local, compro en tienditas en las que detrás del mostrador hay una señora de setenta años con un pañuelo negro en la cabeza, y no hay ni rastro de los tour operadores, ni de multinacionales, ni de especuladores, ni falta que hace. Por la mañana me despierta un gallo y tras la siesta lo hace el mugido de una vaca.
-¿Y qué encuentra en todo eso?
-Autenticidad. Huyo del barullo y del cartón piedra. Busco mi propio espacio, no un espacio predeterminado por intereses espurios.
-¿Y si todo el mundo decidiera hacer lo mismo que usted, qué haría?
-No, no lo harán. Es imposible. Las tendencias las marcan los grupos de inversión, que movilizan a los medios de opinión, generan la tendencia, y mueven a la masa. Hay familias que prefieren llevar un día a sus hijos a un parque temático en lugar de, con ese mismo dinero, pasar una semana en una casa rural. Y lo hacen porque lo es lo que se supone que tienen que hacer.
-¿No es algo radical su postura?.
-No. No lo creo, tan sólo es la mía, que no tiene que ser mejor ni peor que la de cualquier otra persona.
-Y queridos radioyentes, de todo esto, y mucho más, trata el nuevo libro del doctor Carnero Bravo que lleva por título: «Crisis de confianza». ¿Qué espera usted de este libro, doctor?
-Que se venda mucho y genere mucha polémica.
-¿Y no le resulta eso contradictorio con todo lo que nos acaba de contar?
-Totalmente, así es la naturaleza humana.
-Muchas gracias por su visita, doctor, me deja con la impresión de haber sido yo el entrevistado.
-A veces las cosas no salen como pretendemos… Muchas gracias a ustedes por la invitación, pero antes de marcharme me gustaría recordar, a todos los radioyentes, las famosas palabras que escribió el Gran Jefe Indio de Seattle al Presidente de los EE.UU.:
«Sólo después de que el último árbol haya sido cortado. Sólo después de que el último río haya sido envenenado. Sólo después de que el último pez haya sido pescado. Sólo entonces descubrirás que el dinero no se puede comer.»
Emocionante misiva, sin duda. Pues, esto ha sido todo. Y ahora, tras unos breves minutos de publicidad, daremos paso a las noticias deportivas…
José Fernández Belmonte
Decir las cosas con humor es un buen método. Me ha encantado la entrevista. Nos vemos en los montes de Portugal.
Besos.
Tiene más miga su escrito que un buen pan de pueblo, señor Belmonte. Qué rato más bueno he pasado leyéndole.
Un abrazo.
Habría que profundizar en lo de » carracuca»
El humor siempre es un bien aliado