CRÓNICA DE UNA POSGUERRA. Por Francisco Arsis


Querida Marta:
La guerra ha terminado. Ya no me importa de quién es la victoria. Lo importante es que nuestra patria ha despertado de su peor pesadilla. En las calles de Madrid todo son risas y alegrías. Puedo entenderlo, porque a fin de cuentas todos deseábamos el final de la guerra, fuera quien fuese el vencedor. Al menos, hoy la gran mayoría puede comer. Tendrías que ver a los soldados mezclados con la población civil, tomando su plato de sopa en plena calle. Hace apenas dos horas observaba cómo una anciana sorbía los restos de caldo con avidez, sujetando el plato con manos temblorosas. Yo también tuve mi ración, naturalmente, pero no la tomé. Se la ofrecí a una pobre niña musulmana que encontré acurrucada en uno de los soportales de la Plaza Mayor. Ellos, los pequeños grupos de moros, parecen no contar.

Me sorprendió ver cabalgar a una joven pareja a lomos de un brioso caballo, enarbolando la bandera española. Desde luego, serían nacionales. Hay banderas de éstas por todas partes. Incluso en plena calle de Alcalá, un carro blindado inservible y abandonado ha servido para que un niño, situándose encima como si hubiese conquistado la cima de una montaña, terminase izando la bandera española agitándola sin cesar ante el regocijo de los transeúntes.

Una gran cantidad de soldados y civiles han estado dedicándose todo el día a retirar la tierra y las ingentes cantidades de ladrillos que cubrían las principales estatuas de Madrid: la Cibeles, Neptuno… ¿Sabes como se le ha estado llamando a la Cibeles durante la guerra? La linda tapada. Y no me extraña.

En multitud de rincones se han hallado armas abandonadas por los republicanos. Su acelerada huida de la ciudad ha propiciado este hecho. Por otro lado, la Casa de Campo se ha convertido en la zona más deseada para ser transitada por los innumerables camiones repletos de soldados y ciudadanos que celebran el final de esta fraticida guerra.

Franco ha dicho que la Ciudad Universitaria, la zona más devastada de Madrid, debe ser rápidamente reconstruida, y por ello las obras comenzarán en breve. ¿Has escuchado ya el comunicado del Generalísimo? Por si acaso no lo hubieses hecho aún, te lo transcribo en esta carta.

“En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, han alcanzado sus últimos objetivos militares las tropas nacionales. La guerra ha terminado. Burgos, 1 de abril de 1939. Año de la Victoria. Firmado: El Generalísimo Franco”.

En estos instantes, al tiempo que te escribo, me hallo justo en la Puerta del Sol. Cientos de soldados y civiles están comprobando sus armas, antes de entregarlas al alto mando. Estoy convencido de que en el fondo de su alma están deseando que esta sea la última vez que las utilicen, y cuando se deshacen de ellas puedo observar en sus rostros una leve sonrisa acompañada de un gran suspiro de alivio. Es obvio que, al menos ahora, no existen vencedores ni vencidos. Lo que nos depare el futuro ya se verá, pero me temo que no va a ser un camino de rosas.

Me he acercado ahora a Atocha. Un innumerable desfile de tropas circula por las calles céntricas de Madrid, y en ésta no iba a ser menos. Antes había contemplado el paso desordenado de los guardias civiles, todos ellos con el brazo en alto, por la calle de Alcalá. Tú sabes que yo era republicano, Marta, y me cuesta aceptar la realidad, pero deseo ver las cosas desde el lado positivo, tener la sensación de que España entera ha vencido en realidad. ¿Será así?

No sé donde dormiré esta noche, pero espero encontrar aunque sea un pequeño catre en algún hospicio de Madrid. Será complicado, porque hay decenas de miles de personas en la misma situación que yo.

Cuídate Marta. Yo procuraré hacer lo mismo, y continuar escribiéndote y relatando cómo transcurre la vida aquí en Madrid, si antes no parto hacia algún otro lugar. Recuerdos a padre y madre. No te olvides de hacerlo, querida hermana.

Tu querido hermano
Juan

© Francisco Arsis (2006)


© Francisco Arsis (2006)

4 comentarios:

  1. En los tiempos que vivimos parece como si las guerras fueran solo parte de la programción televisiva o argumento para videojuegos, pero no, son parte de la realidad mas cruel y oscura del ser humano, existen y devastan lo que tocan y no tienen parte positiva (al menos para mi).
    Me ha conmovido esta carta que expresa continuamente una esperanza en el futuro, sinceramente no se si podria escribir algo tan mesurado el mismo día del fin, pero me hace pensar que alguien lo haya hecho.
    Saludos

  2. Francisco Arsis

    Gracias por tu comentario, Polinesia. Me alegra saber que quizá haya conseguido lo que pretendía.
    Un saludo

  3. Ciertamente da que pensar en un tiempo tan crispado como el que vivimos. Me ha gustado.
    Saludos

  4. Se trata de un relato sensible, moderado, que transporta al lector a esa instancia crucial: una guerra fratricida (todas lo son) llegando a su fin. El narrador parece contener su emoción y su alivio para jugarse entero a la esperanza. Días de finales de guerra, celebraciones de paz recién nacida es lo que todos ansiamos. Queda la imagen de alguien que, sin hacer a un lado sus ideales, enfrenta la dura experiencia de volver a encontar un lugar. Angela.

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