La amenaza de las cucarachas. Por José Fernández Belmonte

cucarachas

A las cucarachas nos gusta estar bien calentitas. El invierno nos afecta hasta tal punto que hibernamos al estilo oso en los recovecos más recónditos de las casas de los humanos. Ellos no hibernan. Son seres extraños que pagan cuantiosas hipotecas para comprar unas casas en las que casi nunca están. Y eso es lo bueno, porque, cuando ellos no están, nosotras campamos a nuestras anchas.
Desde que hace siglos vinimos de América somos odiadas como no se pueden imaginar. Nos rocían con gases, nos ponen pegamento para que se nos peguen las patitas, nos colocan trampas con comida envenenada, nos pisan, nos matan a sustos con chillidos huracanados, nos martirizan con canciones para ridiculizarnos: «la cucharacha, la cucaracha, ya no puede caminar…» y otro sinfín de torturas que no les contaré para no dramatizar en exceso, ya que, para ser realista, les diré que todo eso apenas si merma nuestra creciente y vigorosa población.
Para vengarnos tenemos la noche. En el reino de las sombras y de la oscuridad las cucarachas extendemos nuestro total dominio sobre el territorio. Sabemos que cuando se apaga la última luz, y dan comienzo los ronquidos, la casa es nuestra y la comida abunda.
Una vez que tenemos la panza llena, nuestro juego favorito es la yincana. Cada noche cambiamos las pruebas y los itinerarios. Luego, justo al alba, cuando comienzan a invadir la casa los primeros rayos de sol, entregamos las medallas y nos vamos a descansar a nuestro rincón preferido en los armarios con dulce olor a suavizante.
Yo, personalmente, he ganado varias competiciones. Mi especialidad es el textil. Subirme por las cortinas, por las camas y por los sofás, a toda velocidad, me ha ido siempre mucho mejor que las superficies lisas o las paredes de gotelé.
Ahora que ya estoy más vieja, y no me apetece tanto correr y trepar, estoy explorando más mi faceta intelectual. Leo y escribo. Al ser ambidiestra, dependiendo de por dónde entra un resquicio de luz, utilizó una u otra de mis patitas delanteras para escribir. Hasta que descubrí el Ipad. Eso ha sido para mí la gran revolución. Soy la primera cucaracha que domina la informática. Como gran parte de los descubrimientos trascendentales de la historia cucarachil, fue por casualidad. Aquel día, después de comer en el fregador los restos de la cena que, amablemente, siempre nos dejan en sus platos, me dí una vuelta por la mesita auxiliar del salón. Sobre ella, caminé por una superficie muy lisa y fría que a mi paso se encendió. Al iluminarse me mareé y di varias vueltas por el centro de esa cosa, que estaba llena de números, y ese artefacto cambió de color. Me llamó la atención un icono que ponía «Safari», así que, por probar, raspé con mis patitas y la pantalla volvió a cambiar. Lo demás fue todo coser y cantar.
Les puedo decir, sin ánimo de presumir, que soy la primera cucaracha que se ha abierto una cuenta en Facebook, Twiter y Blogger, y, como pueden ver, me ha dado por escribir.
No se lo digan a esos infelices de los humanos, pero, en cuatro días, ya que comenzamos a dominar la tecnología, este mundo será nuestro. Se van a enterar esos de lo que son los gases.

José Fernández Belmonte

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2 comentarios:

  1. Elena Marqués

    Sinceramente, prefiero una invasión alienígena. Me parece más épico y menos asqueroso. Pero me lo he pasado muy bien con la imagen de la cucaracha patinando sobre el Ipad.
    (De ahora en adelante lo guardaré en una funda. Nunca se sabe.)

  2. Hola, Jose, muy original y entretenida esta «personificación» de las cucarachas. Leí tu comentario en mi blog «Los cuentos tontos», te busqué y encontré esto.
    Enhorabuena,
    Cuentón.

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