Cuentos estivales (LVII)
El Antolino.
-El grupo inicial de niños fue incrementando con el paso del tiempo, de modo que cada vez éramos más para la diversión y, a cambio, iba yo haciéndome mayor. -Me dijo mi pupilo, mientras me atraía hacia él para acariciarme.
Primero nació el hermano de mi pupilo, Basilio, al que siguió Emilico, hijo del tío-primo Emilio y su esposa, Chari. Llegaron a este Mundo sus primohermanos Álvaro y Aurelia, hijos de sus tíos de igual nombre; José y Fran, de sus tíos José Alberto y Ana; Basilio y Sergio, de sus tíos Basilio y Marisa; y también, Fernando, hijo de Antonio y Bienvenida y Victoria, hija de Pepe y Remedios. Toda una pléyade de infantes, Cholo. -Me informa mi pupilo.
También comenzaron a tenerse los primeros coches, según me dice. Su padre adquirió un Seat 600 E, de color azul y que -indefectiblemente- su motor se calentaba al subir el Puerto de la Cadena en ambos sentidos. Su tío Álvaro Peña, adquirió un Renault 4 CV. Ambos vehículos de motor trasero. Con ellos, quedaron al alcance playas más alejadas, como las de La Torre de la Horadada, la de la Dehesa de Campoamor que -por entonces- se conocía como “Montepiedra”, por el nombre del lujoso hotel restaurante que se edificó junto al puente de “La Glea” en la carretera Nacional o, el no menos elegante restaurante de Cabo Roig, sin olvidar la Pescadería de “Miguel”, en La Ribera de San Javier.
Tantos zagalicos hacía muy divertido el veraneo, hasta el punto de que llegaron a hacer un periódico, “El Antolino”, con las noticias cotidianas del lugar, siendo sus principales redactores mi pupilo y su primo Álvaro. En ellas, todos los días, junto a la evolución de la recolección o si había o no pasado agua por la boquera, había un suelto que se titulaba “La Yeya es una cursi” o, “La Yeya sigue siendo una cursi”, en el que se daba cuenta de la evolución de su supuesta cursilería. La broma tuvo su génesis porque ella, que era aún muy pequeña, desconocía el significado de la palabra y los redactores (en un alarde de humorística crueldad) aprovechaban su ingenuidad infantil, para reiterar la guasa, día a día.
En otra ocasión, el tío Basilio, hizo “cine”.
El tío Basilio instaló en la era, que ya no se utilizaba, una caravana y en ella pasaba el verano junto con su esposa e hijos. Recortó en cartón las siluetas de los personajes más característicos de los Antolinos: los tíos Carlos y Saturnino, con su pipa, y sus respectivas mujeres la tía María y la tía Agustina, Antonio, Bienvenida, Pepe, Remedios, e incluso los zagales y, con un ingenioso sistema de iluminación con linternas de pilas de petaca, proyectó sobre la pared encalada de la fachada (como una especie de mezcla de sombras chinescas y teatro de polichinelas) las figuras recortadas sujetadas por una lengüeta inferior, siguiendo un guion con divertidísimos diálogos por él mismo redactado, que producían la carcajada inmediata en el auditorio.
-Esta es la tía María, riñendo al tío Carlos, porque no se ha sujetado bien la correa del pantalón y se les caen. -Decía Basilio mientras superponía un cartón simulando unos pantalones a media pierna, sobre su silueta recortada de cartón que simulaba al tío Carlos.
-He aquí al tío Saturnino (con cachimba y sombrero) arreglando al “macho” para aparejarlo para la tartana. Y ahora -prosiguió- el abuelo Basilio, espetándole un “vive usted como un majareta” al tío Jeromo, en vez de un marajá, como quiso decirle para alabar la magnífica reforma que había hecho de su casa, basada en una anécdota real. Y las carcajadas surgían espontáneamente de forma natural en los asistentes, que eran todos los de la barriada.
Y con tan sencillas e inocentes diversiones, querido Cholo, pasaban los días de verano, los niños nos acostábamos agotados y con una amplia sonrisa en los labios y en el alma. -Ha terminado de decirme mi pupilo.
(Continuará).
Gregorio L. Piñero
(Fotos: en diversas playas y momentos. Collage del Álbum familiar).