El camino de Santiago. Por Gregorio L. Piñero. Cuentos estivales.

 

Cuentos Estivales (IV).

camino de santiago

El camino de Santiago

 

 

            Mi pupilo apagó todas las luces de la casa y se puso a contemplar el cielo y me dijo:

            –Mira Cholo: ¿ves el cielo estrellado? Esa condensación tan alargada y luminosa, con forma de huso grande, es la Vía Láctea, la constelación celeste en la que se integra nuestro Sol y sus planetas.

 Y le conocemos como el Camino de Santiago. Del apóstol Santiago, el patrono de España. Y también hay un cuento sobre él.

            Me explicó que la Orden medieval de Caballeros de Santiago, estuvo en estas tierras desde la disolución de la Orden del Temple, en el siglo XIII. Y que se cuentan de ellos muchas historias y maravillas.

Me cuenta que, una noche, cuando estaban casi todos los vecinos reunidos en el porche, su abuelo Gregorio le dijo a su abuela que bajase la intensidad de la luz del quinqué para que se pudiese ver bien la bóveda celeste y sus estrellas, pues era luna nueva y había mucha oscuridad. Lo que hizo para tristeza de polillas y luciérnagas que disfrutaban de su claridad en la negra noche de verano.

Y, con su bastón, señaló hacia el cielo y dijo: -mirad, mirad al Camino de Santiago. ¿Lo veis bien?

            Y los niños respondieron que sí, aunque alguno dudara.

            -Fijaos cuantas estrellas juntas. ¿Sabéis por qué?

Y, mientras mi pupilo me acariciaba, me contó que su abuelo explicó que cada estrella era un alma de los caballeros de Santiago que, tras fallecer, iluminaban el cielo para orientar a los peregrinos a la tumba del Santo en las noches –como ésta- tan oscuras.

Había que estar atento, porque los sargentos y oficiales, iban más rápido organizando las milicias y se podían ver pasar muy rápidos.

            Y, efectivamente, se veían pasar luces celestes que cruzaban rápidamente nuestro campo de visión.

            -¡Mira, mira! ¡Una estrella fugaz! ¿La ves? Esa es de un Sargento, que luce poco. –Decía alguno.

            -¡Mirad a aquella otra! Gritó la Marianica.

-Esa debe ser de un jerarca –dijo la tía Lola, la abuela de mi pupilo- pues menudo caballo lleva. Y es que la cola que dejaba era enorme y bien visible.

            -Los caballeros santiaguistas protegieron a los templarios españoles cuando un Papa decidió disolver la Orden y detener a todos sus caballeros un viernes trece (de ahí lo de la mala suerte). Muchos de ellos pudieron acogerse a la Orden de Santiago y a otras órdenes militares de la época, salvándose de la muerte en la Hoguera. -Explicó el abuelo Gregorio, que sabía del asunto. Y, a continuación, afirmó:

            La verdad es que yo también me sobrecogí oyendo a mi pupilo.

            Pero he de aceptar que la Vía Láctea es una visión celeste fascinante.

 (Continuará…)

 

Gregorio L. Piñero.

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