El cazador. Por Mª Dolores Moya Gómez.

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El cazador.

    ‒Mira cómo se mueve algo tras esos arbustos. He visto su cornamenta antes de esconderse ahí, seguro que es un venado. Sería una cena deliciosa pero se encuentra muy lejos. Me apuesto contigo lo que quieras a que no consigues alcanzarlo en un solo lanzamiento.

‒Entonces me apuesto servirte si fallo; si acierto me servirás tú. Hermanito, demostraré una vez más por qué fui elegida para nacer unos minutos por delante de ti.

Como siempre, su flecha hizo diana.

‒Veamos el tamaño de mi pieza… ¡No, no, nooooo! ¡Mi amado! ¿Qué he hecho? ¡Has sido tú! ¡Asesino!

‒¡El cazador cazado! La culpa es tuya ¡Me estabas abandonando por él!

‒¡Estás loco! ¡Loco! Ay de mí… No puedo vivir sin él. ¡Con un puñal me has extraído el corazón! Mi cordura, si la perdiera te haría muy feliz. No, no va a ser así. Lo pondré en el cielo, cerca del río. ¡Le gustaba tanto ese sonido! Sus dos perros le acompañarán. Le lloraré cada día, cada hora. Era magno y seguirá siéndolo como una constelación reconocida en todo el universo. Su brillo en el firmamento te recordará que te maldigo y que perdiste a tu hermana melliza para siempre.

Mª Dolores Moya Gómez

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