El poder de Asociación: Marca España.
“Dos por siete son catorce mira los gigantes con Gulliver, dos por ocho, dieciséis los cuentos de Andersen, dos por nueve, dieciocho, dos por diez son veinte, que bien” Esta es una de las tantas letras que utilizan los niños para aprender de memoria sus tablas de multiplicar. Así de primeras pudiera parecer algo infantil, obvio y en desuso. Pero que levante la mano quien no echó alguna vez mano de un recurso parecido para memorizar esa fecha de la asignatura de Historia que se nos atragantaba y que no podíamos memorizar, hasta que no establecíamos un Aprendizaje asociativo, que era y sigue siendo la forma de aprendizaje más básico que existe, pero uno de los más fundamentales del cerebro que ha sido estudiado; para más señas, recibe el nombre de Condicionamiento básico o pavloviano.
La exploración del hecho conductual y cognitivo de por qué a veces establecemos asociaciones directas y rápidas entre dos conceptos o estímulos y otras no lo hacemos con tanta celeridad, se torna cuando menos personalmente para mí un tema muy interesante y por qué no decirlo, muy poco tratado. La traslación de esta pregunta o cuestionamiento mío en forma de duda a nuestra realidad se percibe enseguida. Y para muestra un botón. Cuando alguien nos habla de Granada, ¿por qué nos falta tiempo para vincularla o asociarla al instante con su Alhambra, que sí, es monumental y preciosa, (aquí no estoy debatiendo su poder de atracción como icono indiscutible) y no asociamos Granada a su rico pan de Alfacar (sello IGP), a sus espárragos verdes de la Vega, a la miel denominación de origen de la Alpujarra, o al vino de la provincia donde los aires y orografía de Sierra Nevada y el suelo de arcilla y pizarra le confieren una calidad y un bouquet únicos?. ¿O por qué nos olvidamos de la chirimoya de la costa tropical granadina también con denominación de origen? Serán escasas las mentes que asocien Granada y toda su provincia al sabroso cordero de raza segureña (Indicación Geográfica Protegida por la Unión Europea), o al más dulce de los jamones españoles que es sin duda el jamón de Trévelez.
Y así podía seguir tirando de una lista de ciudades españolas en la que nos faltarían si acaso, asociaciones directas que desafortunadamente casi nunca llegamos a establecer, porque aquí rige la “buena” costumbre, el uso o el hábito al que nos ceñimos (voluntaria o involuntariamente) y cuyo estímulo o impulso nos va dictando marcialmente transitar por un escaso y limitado campo asociativo de la mente, que no olvidemos, conviene agrandar, estimular, incentivar y enriquecer.
Ni que decir tiene que no todo depende de nosotros, de nuestro poder asociativo-cognitivo y de nuestra curiosidad por aprender. Hace falta venderse mucho y bien. Y para eso tenemos que rehuir de los tópicos, superar cierto aire de provincianismo, estancamiento o ensimismamiento y narcisismo en los que a veces duermen algunas ciudades, llevar a cabo mucha autocrítica (la de verdad, no la de para cubrir el expediente), para que llegado al punto en que conocemos nuestra propia identidad y TODAS nuestras potencialidades y riquezas, poder encarar el Futuro con ideas frescas y renovadoras. Dejemos que nuestras ciudades y provincias viajen por el mundo; hablemos con orgullo y determinación de nuestras mieles, de nuestros vinos y aceites, de nuestros jamones, de nuestros panes, de lo que en definitiva somos. Un país maravilloso y excelente. Creámonoslo.
Más tarde o más temprano, si no lo hacemos nosotros antes, seguro que, en este mundo tan competitivo y duro, alguno que viene por detrás pisando fuerte, nos pilla la delantera. Y las ciudades españolas… no se merecen ir en el vagón de cola. Seamos los primeros desde nuestra zona de dominio en hacer marca España, en reivindicar con aplomo y carisma, nuestro podio en el Olimpo de las vanidades, de los egos y de los intereses creados. Defendamos lo nuestro como adalides de un país increíble y riquísimo a todos los niveles, histórico, artístico, gastronómico, cultural… y sacudámonos de una vez por todas de encima ese complejo atávico mirándonos como lo hacen los enamorados. Seamos esa mujer que se mira indulgentemente al espejo y se dice a sí misma: “¡Ahí estás tú!”, que cantaba Chambao con tanta pasión y delicadeza en su “Déjate llevar por las sensaciones”. ¿Recuerdan? Aquel anuncio de la Junta de Andalucía fue soberbio. Tal cual. Y lo más importante, nos vendía muy bien.
Hagan la prueba como la mujer del espejo. Paren de vez en cuando lo que estén haciendo, mírense con cariño y díganse más a menudo “Ahí estás tú”. Seguro que les infunde valor e ímpetu para vender lo mejor que llevan o que llevamos dentro. Estaremos construyendo un país de quitarse verdaderamente el sombrero.
USUE MENDAZA