El Valle de la Alegría.
Quisiera iniciar mi breve aunque sincero elogio al valle granadino elegantemente y a lo grande, nombrando una de las novelas con uno de los títulos, a mi parecer, de lo más evocadores, me atrevería a afirmar, en toda la Literatura universal. Me refiero a “La ciudad de la alegría” del francés Dominique Lapierre. Como sabrán, en este libro Lapierre construye una verdadera y proverbial epopeya de la búsqueda -epifánica -de la felicidad en una ciudad, Calcuta, tan pobre, tan difícil, tan mortecina y hasta demasiado tormentosa e inhóspita pero hacia la que los personajes, desde una reticencia iniciática y una adaptación casi forzosa aunque progresiva y admirable, se terminan hermanando.
Aunque las diferencias, nunca fácilmente digeribles, entre la ciudad de la india y este valle granadino cobijado por las faldas de Sierra Nevada, les resulten hoy por hoy del todo ostentosas y nada comparables, a saber… diferentes continentes, diferentes Culturas, otra forma de vivir y de sentir, otra filosofía de pensamiento, hay, admitamos un sentimiento, noble y cercano a sus habitantes, gratuito y espontáneo que les hermana y les hace cómplices en la distancia: La Alegría. Al Valle de Lecrín, se le conoce (y se ignora…esta denominación) por “el Valle de la Alegría”, un valle asolado históricamente por incontables y antiguas revueltas moriscas, donde los repobladores que venían de otras provincias no tuvieron otra opción que aprender a vivir con el Otro. Una comparación, la mía, me reconocerán… evocadoramente tierna. ¿Qué mente en el mundo no se relaja al ritmo inefable de un sentimiento como la Alegría?. ¿Qué corazón en la tierra no bombea más saludablemente ante su aparición milagrosa?. ¿Quién cuando aparece…no rebaja su estado de alerta al entrar de lleno en el hábitat locuaz y risueño y angelical de este don de la alegría?. Caemos, sí o sí, los más o los menos, rendidos a sus encantos.
Después de este acercamiento en forma de caricia de brisa al Valle de Lecrín y para meternos de lleno en materia, indicar que son tres los municipios que lo componen: Meleguis, Restábal y Saleres y nombrarles si, son amantes del senderismo, siento la corazonada de que muchos lo son, las tres rutas que todo buen caminante debe guardar en la memoria: una, la Ruta del Boabdil, último rey nazarí de Granada, que después de las Capitulaciones y la rendición del reino, huyó a las Alpujarras pasando por el valle de Lecrín; dos, la Ruta del Azahar, ésta última en pleno apogeo ahora recién inaugurada la primavera; el aroma que desprende la flor de los naranjos, dispuestos ceremoniosamente a ambos lados de la vereda, impregna, y doy fe, con ese poderío andaluz todos los sentidos, convirtiendo el camino, que resulta suave y sin dificultad, en una verdadera delicia olfativa. Y tres, el sendero Barranco Luna donde se recorre y lo atestiguo también, una imponente garganta de origen kárstico, sedimentación provocada por el mar de Tetis que cubría antiguamente como un manto en calma todo este microclima.
Para disfrutar de experiencias únicas en este Valle, como Turismo activo o de aventura (paseos a caballo etc), Ecoturismo, Turismo de Salud y Cultural, les aconsejo visitar la página web de turismovalledelecrin.com.
Dirijo mi homenaje a este valle granadino de la Alegría donde la naturaleza, como el llanto de un bebé al salir del útero materno se nos rebela y se nos da. Dice un proverbio indio con el que D. Lapierre abre su novela que “lo que no es dado, es perdido”. No cometamos el error de no dar… pero tampoco de echar a perder lo que nos es dado.
USUE MENDAZA