Viajar es como flirtear con la vida. Es como decir «Me quedaría y te querría, pero me tengo que ir: ésta es mi estación».
– Lisa St. Aubin de Teran, escritora
Dicen que cuando viajas
dejas en los lugares frecuentados
un pedacito de ti,
tal vez un perfume,
un agarrón de manos a un desconocido
que nos habla sin saber muy bien por qué.
Y en esa generosidad aparente
que regalamos al tiempo suspendido
en el viaje a una isla desconocida,
me voy con la sensación
de que me han devuelto
los intensos sabores,
las cualidades más naturales y primigenias.
El calor que despide su tierra volcánica e indómita,
y el frío afilado de sus vientos alisios
rozando mis entreabiertos poros.
Y entre medias, los dos vistiendo los matices
de los que me has hablado.
Dicen que siempre dejamos un pedacito
de nosotras allí adonde viajamos.
Y en ese darnos a nosotras mismas,
¿querremos más de lo que dejamos atrás?
¿Otra tierra donde pisar? ¿Otra seguridad?
¿Otro aire que exhalar? ¿Otro equilibrio que nos restaure?
¿Otro mar que tocar? ¿Otra pecera de un cristal más fuerte?
¿Otra yo que querer? ¿Los mismos deseos innatos?
No quiero ser como el titán Atlante
y tener por castigo de Júpiter
que cargar peso sobre mis hombros.
Después de este viaje seré otra versión mejorada
de mí misma, aprehendida y perfilada
como perfila batiente el Atlántico mar sus islas.
Usue Mendaza