Ensayo sobre creer o no creer.
¿Por qué no ser ateo?
Cuando se dice “no creo en Dios” se está haciendo una afirmación.
Pregunta: ¿Es usted creyente?
Respuesta: No
Pregunta: ¿Puede demostrar que no existe?
Respuesta: No.
Pregunta: Si no está en condiciones de asegurar que no existe, ¿cómo afirma que no cree?
Sería una contradicción que al mismo tiempo se afirme lo que se desconoce.
¿Por qué no ser agnóstico?
Meditemos por un momento la afirmación que hemos hecho.
¿A pesar del mal? El viejo Epicuro ya preguntaba por qué existe el mal. Si lo permite― decía― es porque no es Bueno, y si no puede evitarlo es porque no es Omnipotente. ¿Cómo explicarlo?
El creacionismo es hijo del amor. El amor no puede quedarse en sí mismo y tiende a comunicarse. Es como el fuego que se propaga. Toda la evolución está encaminada a la aparición del hombre como último fin de la misma (esta afirmación es el principio “antrópico”, del que habla, no la filosofía ni la teología, sino la ciencia) El hombre ha sido creado para que pueda vivir eternamente con el que le ha dado la vida. Pero, debe aceptarlo libremente y para ello ha sido dotado de libertad durante su existencia humana― no como una computadora programada que obedece sin tomar la decisión―Ha de elegir entre el creacionismo o el azar y la nada. Si todo fuese bueno desde el principio no habría elección, y, por tanto, ausencia de libertad. Esta es la responsabilidad del hombre: su libertad.
Pregunta: ¿En qué se diferencia el ateo del agnóstico?
Respuesta: En que el primero niega y el segundo duda.
Pregunta: ¿No es la duda parte de la razón humana?
Respuesta: Ciertamente. El titubeo conduce a la desconfianza.
Pregunta: ¿No habrá entonces de arriesgar una respuesta?
Respuesta: La duda permanente conduce a ninguna parte.
Pregunta: ¿Si no existiera, podría el hombre pensarse a sí mismo? Todo esto plantea arriesgar una respuesta. No sólo para comprender el Misterio, sino comprenderse el hombre como posibilidad. Es el riesgo de la razón humana.
¿Por qué creer?
Quien se haga esta pregunta es porque piensa, luego existe. Medítese lo que sigue: ¿Lo que no existe puede darse la existencia a sí mismo?
La respuesta es: “NO” (quien esté en condiciones de afirmar lo contrario habrá de soportar el peso de la prueba).
De lo que se ha de deducir que se ha recibido la existencia. Ha de existir un principio creador. Esta es la primera razón. El creacionismo.
Llegado aquí surge la contra-pregunta: ¿No puede ser todo producto del azar?
¿Qué es lo casual o el azar?:Sencillamente una conjetura sin recorrido. Nada responde. Nada prueba, salvo pretender relacionar algo indemostrable con otro algo también indemostrable. Es algo irracional.
Una sencilla explicación práctica puede ilustrar esta pregunta. Si ensayamos tomando la frase “Ser o no ser. Esta es la cuestión” y cortamos las letras, las metemos en un cubilete y lo volcamos en el suelo, según cálculos matemáticos de ensayo y prueba la probabilidad de que pueda reconstruirse la frase y sus respectivos espacios es de mil millones de intentos. Si tomamos un libro como el Quijote y hacemos lo propio, sencillamente faltaría tiempo para conseguirlo, pues superaría la edad de todo lo creado.
Y la segunda, que es primordial, una confianza razonable en que la muerte no es el fin, respondiendo al deseo del hombre de vivirse. Algo que el mundo no puede darle. ¿” Quis me leberabit a morte aeterna?” Sí; como dice el “Requiem”, ¿quién me liberará del dominio de la muerte?
A pesar del sufrimiento y la muerte, la vida no puede haber sido dada para terminar en la “nada”. Esperar la nada como meta final, nada responde. Ha de tener un sentido. No ha de corresponderse con un capricho o fatalidad. Quien ha dado el don de la vida ha de conducirla a un fin. ¿Dudas…? Toda la existencia humana está impregnada por la duda. Pero, el hombre ha de depositar su confianza alguna vez. (Caminar sin rumbo en la vida conduce a ninguna parte) La confianza radical en el Creador abre a la esperanza, contraria al nihilismo, dando sentido a la existencia a pesar de sus contradicciones. El hombre no puede ser el absurdo de sí mismo.
Meditemos por un momento la afirmación que hemos hecho.
¿A pesar del mal? El viejo Epicuro ya preguntaba por qué existe el mal. Si lo permite― decía― es porque no es Bueno, y si no puede evitarlo es porque no es Omnipotente. ¿Cómo explicarlo?
El creacionismo es hijo del amor. El amor no puede quedarse en sí mismo y tiende a comunicarse. Es como el fuego que se propaga. Toda la evolución está encaminada a la aparición del hombre como último fin de la misma (esta afirmación es el principio “antrópico”, del que habla, no la filosofía ni la teología, sino la ciencia) El hombre ha sido creado para que pueda vivir eternamente con el que le ha dado la vida. Pero, debe aceptarlo libremente y para ello ha sido dotado de libertad durante su existencia humana― no como una computadora programada que obedece sin tomar la decisión―Ha de elegir entre el creacionismo o el azar y la nada. Si todo fuese bueno desde el principio no habría elección, y, por tanto, ausencia de libertad. Esta es la responsabilidad del hombre: su libertad.
¿Por qué creer en el cristianismo?
Las religiones religan al hombre con lo divino.
La condición del hombre es su humanidad. Lo que ocurre es que los humanismos del mundo no pueden dar al hombre la respuesta que necesita. Comunismo y capitalismo se presentan antagónicos. Ninguno es “suficientemente humano” en su materialidad, y ninguno puede responder al hombre por su deseo de vivirse más allá de la muerte.
El cristianismo, más allá de ser una religión es un humanismo trascendente, hasta el punto de que lo divino se hace humano para que el hombre pueda entender en qué consiste ser verdadero hombre, más allá de la simple descendencia de un mono.
Sin embargo, después de más de dos milenios el mal continúa presente en el mundo, por lo que habría que preguntar: ¿Qué trajo Cristo realmente al mundo? La respuesta es: trajo a Dios, no al que piensa la filosofía, el mundo e incluso las religiones, implicándose con el hombre de dos maneras. Una trascendente, es decir, que el fin no es la muerte sino el mismo Dios. Todo lo cual se convierte en un auténtico reto para el hombre si se mira en la humanidad de Cristo, a pesar de la realidad de la cruz de cada día. El cristianismo es “tan humano” que no puede ignorar la realidad del dolor que es hijo de la libertad.
Evangelio divino y humano. Lo divino se “humaniza” para que el hombre pueda alcanzar “divinizarse”, esto es, integrarse en lo eterno de manera definitiva por pura gracia. El fin no es ya la muerte, sino la resurrección iniciada como primicia en el Resucitado.
La vida es el tiempo para aceptar libremente el don.
Ángel Medina