Tuvo que aparcar los libros siendo muy joven, pero jamás abandonó la pasión por escribir, que habitaba muy dentro de ella. Hoy, a Eloísa Martínez (Madrid, 1949) la contempla una extensa carrera literaria, premios incluidos, que cobra especial interés en dos de sus obras: No valgo para vender y Mujeres de hojalata. El primero es una forma de divulgar sus conocimientos sobre el mundo comercial; el segundo, su género predilecto, la novela. Ambos aúnan dos de las grandes pasiones de esta escritora madrileña: enseñar y contar historias.
«Nunca pienso en el rechazo, solo me preocupa la calidad, hacerlo bien».
Después de tener que dejar tus estudios y de tantos años trabajando, ¿en qué momento te decidiste a adentrarte en el mundo de la escritura?
El mundo de la escritura nació conmigo. Desde el primer ejercicio de redacción hasta Mujeres de hojalata, mi vida está muy ligada a la escritura, 43 premios en relatos y un segundo premio para mi narración Mi hijo, luego el cuento infantil Güika, mi amiga invisible, que me permitió impartir talleres sobre la amistad en los colegios. Después, adentrarme en el mundo comercial, con No valgo para vender, hasta llegar al curso online actual, compuesto por veinte videos y basado exclusivamente en las enseñanzas del libro. Hasta llegar a Mujeres de hojalata, solo reflejan una parte de lo que he escrito.
¿Qué hace uno cuando siente que su trabajo no es para él?
Pues conozco tres posibilidades: que el trabajo se adapte a ti con buenos resultados, que tú te adaptes a él y sea fructífero, o que cambies de trabajo.
¿Saber vender es un arte o una ciencia?
De ambas hay. En los vendedores emocionales, predomina la parte intuitiva de su carácter, que lo hace cercano y agradable para el cliente, confían en él. Al vendedor técnico le gusta apoyarse en los datos, en las características técnicas de los productos que ofrece. Suele conocerlos mejor que los vendedores emocionales, y creo que está mejor preparado para los nuevos tiempos y retos.
A priori, parece lógico pensar que No valgo para vender tiene más de autobiográfico que Mujeres de hojalata, pero ¿cuánto hay de ti en tu libro de ficción?
En No valgo para vender transmito lo que con toda seguridad sé que funciona por experimentarlo empíricamente. En Mujeres de hojalata dejo presencia de mi manera de pensar, el sentido que doy a la vida. Lo que amo, en lo que creo, lo que detesto.
La premisa de la que parte Mujeres de hojalata me parece muy interesante, porque reivindica, a través de las generaciones, a aquellas mujeres cuyo protagonismo quedó eclipsado por su época y que también fueron dignas de admirar, que no deben ser olvidadas o menospreciadas. ¿Era esto lo que te proponías cuando lo escribiste?
No exactamente. Quería escribir un sueño muy vívido que me gritaba: «¡Dame vida!», y para ello necesita una historia. Elegí la que hoy se conoce como Mujeres de hojalata. Ellas reflejan a mujeres como tú, como yo, como otras tantas que conocemos. Mujeres que han amado y a veces han fallado, que sufren sin admitir la derrota, que salen adelante. En resumen: mujeres. Es que somos así. Elegí a una empresaria como protagonista principal porque en esa posición me sentía segura, más natural que si Carmen hubiera sido astronauta, por ejemplo.
Escribiendo Mujeres de hojalata, ¿te has topado con alguna historia que te haya sorprendido?
Con dos o tres que superaban mis expectativas. En mis cuadernos están, esperando que llegue su momento.
¿Qué le dirías a un escritor que está empezando y tiene miedo del rechazo?
¿El rechazo? No he pensado en ello en momento alguno. A mí me preocupaba hacerlo bien, solo eso, la calidad. La verdad es que me resultó fácil encontrar editor y cuando vi nacer a mi hijita de papel, solo pensé en vender miles y miles de ejemplares.
¿Qué puedes contarnos sobre futuros proyectos? ¿Por qué género te vas a decantar?
El proyecto número uno es dar a conocer Mujeres de hojalata, que logre alcanzar el puesto que se merece. Después, ya veremos. El género, sin duda, novela.
Mujeres de hojalata, la novela que Eloísa está tratando de dar a conocer en estos momentos, dice así:
«Al ser nombrada heredera de su tía Alicia, Carmen regresa a España. El asunto es puro trámite para una mujer en la cima de su profesión en Estados Unidos. Cerrar la última puerta de su pasado, es decir, vender el piso familiar, y regresar a Boston es cuanto le interesa. Pero todos sus planes se vienen abajo al enfrentarse a un sobre repleto de folios escritos por Alicia. La última voluntad de la tía es darle a conocer la verdadera historia de las mujeres de la familia, a las que Carmen, despectivamente, llamaba «mujeres de hojalata», y a las que consideraba perdedoras, sin ambición ni carácter. Mujeres que, según Carmen, ejercían de víctimas y cuya existencia se resumía en resignación y llanto. Instalada en esa casa en la que vivió durante su infancia y que ahora quiere vender, la transformación de Carmen comienza al descubrir que su pasado familiar esconde muertes, fracasos y celos, pero también amores prohibidos y otros maravillosos, e incluso actos de valentía por parte de esas «mujeres de hojalata».
La Reina Lectora