Sin trasbordo. Por Máximo González

Sin trasbordo

Sin trasbordo.

 

   Camino junto al tren, que avanza lentamente ya fuera de la estación en la que permanecí un tiempo sentado en un banco, en el exterior, piedras blancas y bancos de madera, un gran reloj de blanca esfera y números negros colgado sobre la puerta verde. Hice algunas fotos, del reloj, del tiempo anidando en las vías, en la cantina cerrada, en el puente de hierro sobre el río.

   Avanza lento el tren y yo le acompaño, a veces de día y a veces de noche, los intervalos de luz y oscuridad son irregulares, caprichosos, imprevisibles. Sé que en algún momento tengo que intentar acercarme a alguna de las puertas que permanecen abiertas y subir, no estoy tan torpe como para no confiar en poder hacerlo, sólo tengo que esperar el momento oportuno, quizás cuando ninguno de los pasajeros mire hacia el exterior, quizás cuando el maquinista detenga el tren para permitir el paso de otro que circula en dirección contraria, quizás todo depende de un movimiento de mi voluntad que no puedo prever ni situar en un punto determinado de nuestro paralelo recorrido.

   Ahora es de noche y hasta mis oídos llegan las canciones juveniles, las risas, nombres gritados desde gargantas enfervorizadas y corazones exultantes. Son jóvenes, son atrevidos y bellos, la vida y el deseo habita en sus tersas pieles, en sus ojos incansables, en sus ávidas manos.

   Se escapan, se me escapan, no hay sitio para mi en esa noche, en ese tren junto al que camino solo desde hace tiempo, confiando en que habrá un momento para el regreso, para incorporarme al pasaje, para compartir el viaje y el aguardiente y el vino y el alma colectiva de los que no renuncian ni a la aventura ni a los sobresaltos del destino.

   Pero de pronto es de día otra vez y casi todos duermen o descansan o vomitan o recuerdan el trepidar de la noche en los vagones, mientras yo sigo caminando, cansado, aceptando —humillado a veces, sosegado otras, derrotado siempre— que me he quedado fuera, que ya no pasará otro tren al que pueda subirme. En algún momento volveré y me sentaré en el banco de madera, bajo el reloj parado a las siete y media.

 

Máximo González Granados

maxigonzado

Segundo Premio Certamen Poemas sin Rostro 2016

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