ERUCTAR. Por Anita Noire

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ERUCTAR

 

   Irás con el sudor de tu frente, con las pocas ganas que deja el hartazgo acumulado en los últimos meses y sabiendo que lo que pagas se desperdicia más que se aprovecha.  Tengo hora en Hacienda. Pienso en esto, mientras pierdo el segundo autobús del día. La espera no bajará de veinte minutos, pero aún llegaré a tiempo. En la pantalla de la parada, silenciada a Dios gracias, aparece la imagen del político de turno defenestrado por obra y gracia de su pene, su poco cerebro y el consumo de sustancias estupefaciente. Otro que se creyó Dios y solo era un necio con suerte.
Prima lo amoral y lo grandilocuente. Los que mandan de esa burra no se bajan. Pero somos muchos los que estamos hartos de esa manera de funcionar. Lo institucional vive de espaldas a la sociedad a la que debe prestar servicio. Nuestra clase política ha dejado de estar al servicio de los ciudadanos para considerarlos súbditos y reventarlos a base de ignorancia y mal hacer. La escandalera crece de manera superlativa y la sociedad se deshincha cada vez más hueca. Vivimos tiempos que agotan por la falta de rumbo. Los rumores velados se convierten en un guirigay insoportable.

   No vamos bien. Nada va bien. La vida política da pena y entre la ponzoña y la ruina, las discusiones se convierten en un patio de vecinas ofendidas, olvidando que, tras esas cortinas tan cutres de chanchullos, putas y cocaína, existe la peor gestión de democrática de un país al que cuesta reconocer.

   Crearon un monstruo porque podían y ese monstruo, tan repugnante como interesado, los está devorando. Los dioses y la justicia los eructe y acaben donde merecen, entre rejas y en el olvido.

 

Anita Noire

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