ESPERÁNDOTE
Me tocas en silencio, sin saber que me tocas,
y en el viento se besan sin saber nuestras bocas,
te nacerán narcisos en las manos, y siento
que llegarán al cielo bajo tu encantamiento.
No sabrás que te he visto, que te hablo, que deseo
que te vuelvas la diosa de este acérrimo ateo;
sonreirás como haces mil veces cada día
y arderé imaginando que pudieras ser mía.
Me rozarás, muy leve, por la calle el costado
y temblará mi cuerpo de tonto enamorado;
los recuerdos, de nuevo, me hundirán en el lodo
y he de ahogarme en ellos… sonriendo, pese a todo.
Y una lluvia de julio me regará el olvido,
para hacer que no duela lo que pudo haber sido.
Desharé mis maletas, vaciaré mi casa,
esperando a esa Dama que nunca se retrasa,
y cuando por mis ojos pase mi vida entera
sabrán, al ver mi rostro, que fuiste la primera.
Y en un murmullo leve se volverá el Infierno
cuando, entre mis despojos, descubran mi cuaderno,
que habla de tus labios, una noche de octubre,
plantando colibríes en un mundo insalubre.
Pero el ensueño pasa, y pesa, y no se posa,
y cruzarás la calle, tan etérea y hermosa
que nadie habrá notado -ni yo, sinceramente-,
que otra vez no me has visto, entre toda la gente.
Y yo, un juntaversos sin fama ni fortuna
le diré lo que siento, si no a ti, a la luna,
y en versos que podrían servirte como alfombra
esperaré el momento de fundirme en la sombra.
©Segismundo Fernández Tizón