John Keats
¿Qué es ser poeta? Incertidumbre y misterio se entremezclan como un rasguño y su herida en las ventanas de su alma. La sangre brota del interior y se derrama para ser contemplada, igual que un anhelo que busca convertirse en realidad. Todo parte de un deseo que nos ronda la cabeza y necesita salir de ella. ¿Qué es ser poeta?, me diréis… quizá todo se reduzca al debate poético entre realidad y deseo, vida y muerte, vigilia y sueño. Keats, en el devenir de su proceso poético, adivinó el camino que más tarde le llevaría a la transformación de la vida y el sueño, a lo que él llamó capacidad negativa; un espacio que no ocupa lugar, pero que es el edén al que todo poeta aspira.
AL OTOÑO
I
Estación de neblinas y fértil abundancia,
compañera del sol maduro y fecundante,
con quien conspiras para calmar y honrar con frutos
las vides que rodean los aleros de paja
y cargar con manzanas los árboles musgosos
del caserío, henchir de sazón todo fruto,
hinchar la calabaza, llenar las avellanas
de una dulce semilla, y hacer brotar más flores
y más flores tardías para que las abejas
piensen que no se acaban las cálidas jornadas,
pues rebosó el estío sus celdas pegajosas.
II
¿Quién no te ha visto a veces rodeada de riquezas?
A menudo el que busca por fuera puede hallarte
sentada ociosamente en medio de un granero,
agitado el cabello con viento de la trilla;
o, embriagada de aroma de las adormideras,
durmiendo sobre un surco segado a medias, mientras
tu hoz exime al resto de hileras con sus flores;
y mantienes erguida la cabeza cargada,
como una espigadora cuando cruza un arroyo;
o al lado de un lagar de sidra, hora tras hora,
observas con paciencia los últimos fluidos.
III
¿En dónde están los cantos de Primavera? ¡Ay! ¿Dónde?
No pienses más en ellos, tú ya tienes tu música,
cuando cirros florecen el día moribundo
y tiñen de violeta los campos de rastrojos;
y en coro plañidero se quejan los mosquitos
en los sauces del río, alzándose o hundiéndose
al ritmo en que la brisa se aviva o se consume;
y balan los corderos con fuerza en las colinas,
canta el grillo en el seto, y con agudo trino
el petirrojo silba desde el rincón del huerto;
y en el cielo reunidas gorjean golondrinas.
Ángel Silvelo Gabriel.