Julio en la nieve. Por Anita Noire

Julio en la nieve

Julio en la nieve.

 

   Para aliviar el calor imagino un día de invierno. Nos hemos quedado sin electricidad. Dicen que un hidroavión tiene la culpa, aunque si se intenta ir un poco más allá, puede que la culpa no sea de un accidente casual sino producto de una mala política en materia de energía. Pero hace calor, demasiado, y los frentes abiertos son tantos que puede que lo mejor sea olvidarse de las macro decisiones que adoptan otros, y pasar las horas esperando que corra un poco de aire natural que refresque el ambiente pese a los aerosoles y la polución. Un soplo de aire sucio que se recibe con la alegría del que sabe que a poco más puede aspirar. Y aquí, sin televisor, sin aire acondicionado, sin internet, queda el consuelo del papel que permite viajar a la Patagonia o a Finlandia con la esperanza de olvidar el ochenta por ciento de humedad relativa que resbala por la espalda hasta perderse en la soledad de un amor desvencijado. Opto por  abanicarme con un suplemento dominical con fecha del mes de enero. La canícula se esparce arriba y abajo, desmayada. Recuerdo que la última vez que le abracé el frío me abrió las yemas de los dedos y el aire olía a ceniza. Pero ahora hace calor, mucho calor, y el cuerpo ansía agua fría, una ducha interminable y un negroni con mucho hielo mientras vuelve la luz.

 

Anita Noire

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