La muerte. Por María José Moreno

La nuerte

La muerte

      La noche era negra, muy negra. El Camposanto era una fiesta. Las almas se movían de un lado a otro nerviosas, cotilleando de sus cosas después de trescientos sesenta y cinco días sin hablar. Las brujas volaban en sus escobas y los fantasmas ululaban intentando asustar a los zombis que se desperezaban con movimientos artrósicos.

      Los zombiblogs se reunieron, como cada año, alrededor de la tumba de su Maestro, el ilustrísimo escritor don Anselmo Reyes Candau.

      —Mira que somos masoquistas. Todos los años nos congregamos alrededor de esta tumba, en la que él descansa plácidamente mientras que a nosotros nos hechizó privándonos del descanso eterno. al condenarnos a errar de blog en blog, para adquirir práctica literaria, por no haber sido capaces de publicar una novela en vida. ¡Menuda chorrada! Nos ha castigado por no cumplir sus expectativas y nos ha convertido en esclavos de los blogs —dijo Laura muy enfadada.

      —Venga, no te hagas mala sangre. Ya no tiene arreglo. ¿Y cómo os ha ido el año? —preguntó Marta.

      —De puta pena, no veas los problemas que he tenido con la nueva versión de Blogger. No me ponía la letra que yo quería y además no me dejaba acceder a los comentarios —respondió Xavier.

      —Blogger es una pesadilla. Yo me pasé a WordPress y me va genial. Mi idea es abrir unos pocos más —comentó Marta eufórica.

      —¿Más? Pues vaya, lo tuyo si que es una maldición. A mí con uno me basta y me sobra —respondió Luís—. Por cierto, echo en falta David, ¿sabéis dónde está?

      —¿No te enteraste? —dijo Tomás, riendo—. Menos blogs y más información.

      —¿Qué le pasó?

      —¡Ha publicado una novela!

      —¿Cómo? —preguntaron al unísono.

      —Estaba harto de ser un zombiblogs y escribió una novela. La ha autopublicado en ebooks y no veáis las descargas que lleva —explicó Tomás.

      —¡Joder! Los hay con suerte —dijo Laura.

      —Ahora dice que ya no es un zombiblogs sino un zombiepub.

      —Jejejeje… un zombiepub —repitió Xavier.

      —Exacto. No quiere saber nada más del Maestro ni de nosotros. Ahora se reúne con los zombiipad en la tumba de Steve Jobs. ¡Menuda mierda, será cabrón! —dijo Tomás, sin poder evitar las carcajadas.

      Contagiados, todos rieron al compás, con tanta estridencia, que hicieron temblar la tierra y revolotear a los murciélagos que se posaban en las cruces del cementerio.

 

María José Moreno

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