La naturaleza fantasmal de la economía. Por Santiago Tracón

La naturaleza fantasmal de la economía

Es admirable la capacidad del lenguaje para hablar de lo abstracto, convertir lo etéreo en algo real, transformar lo invisible en algo evidente. Palabras y números tienen un poder demiúrgico. En ningún ámbito han alcanzado mayor eficacia que en el de la economía. La economía es hoy el espacio de lo sagrado: los economistas son los sacerdotes dueños de las palabras y los números con que nos referimos a eso tan abstracto e invisible como la economía.

El discurso económico goza de un prestigio fundado en la objetividad de los datos, que es su fuente última de legitimación. Al utilizar como instrumento de sus análisis y predicciones la ciencia matemática, que abstrae y objetiva los hechos, otorga a sus afirmaciones un efecto de verdad indiscutible. Esta es la razón por la que el discurso económico se ha convertido en el principal instrumento de propaganda y legitimación de la acción política.
Confieso mi desconfianza en los economistas, no porque desprecie su labor, imprescindible, sino porque el lenguaje que usan está lleno de trampas y simplificaciones. Cuanto más en serio se toma uno sus estadísticas, cálculos y porcentajes, más fantasmal se vuelve, paradójicamente, la realidad económica, más irreal aquello de lo que hablan. Tomemos un ejemplo, el PIB, la piedra angular, la madre de todas las batallas económico-políticas.
El PIB mide la «riqueza» de un país, su capacidad para producir bienes y servicios. Si el PIB no aumenta, el país está perdido, esta es la Ley Suprema. Todo se calcula a partir del PIB, así que nada más importante que realizar ese cálculo con el máximo rigor y objetividad. Dejemos de lado el carácter bastante aleatorio y arbitrario de qué es lo que se mide, la selección previa (qué productos, qué salarios y qué gastos). Olvidemos también que es el Banco de España quien realiza esos estudios y estimaciones, y el INE (Instituto Nacional de Estadística), quien acaba confirmando o modificando esos datos, dos instituciones directamente controladas por los gobiernos de turno (nada extraño, como ya sabemos sucede con el poder judicial).
Bien, pues partiendo de las mismas estimaciones de estos organismos, resulta que un equipo acreditado de economistas dirigidos por Roberto Centeno acaba de hacer públicos unos datos que ponen cabeza abajo y patas arriba la vaca sagrada del PIB. Nuestro PIB real sería un 18% inferior al oficial, y la deuda del Reino de España no sería, como nos dicen, el 100% del PIB, sino el 171%. Una discrepancia tan descomunal (billones de euros) debería sumirnos en la más negra incertidumbre. Si pagar una deuda del 100% del PIB es prácticamente inalcanzable, devolver una del 171% es matemáticamente imposible de toda imposibilidad. Tenerla sobre la cabeza, como un espadón en manos de un gigante loco, es hipotecar nuestro futuro para siempre. Parece inevitable la suspensión de pagos, por más que ahora, sostenidos artificialmente por el BCE, sigamos caminando alegremente hacia el abismo.
¿Se equivocan estos economistas? ¿Tienen algún interés en manipular los datos? Por lo pronto, han enviado su informe a Bruselas, o sea, que actúan sin miedo a someterse a los controles y verificaciones necesarias. Lo que sí confirma esta denuncia gravísima es mi total desconfianza en el valor de las cifras oficiales, elaboradas por organismos cuya independencia profesional está más que en entredicho. Si esto hacen con el PIB, ¿qué no harán con otras estadísticas? Por ejemplo, no es cierto que la media de los salarios creados el año pasado es de 600 euros? ¿A esto llamamos creación de empleo? ¿Y cómo es posible que hayamos pagado 60.718 millones de euros en el proceso de reestructuración bancaria, al mismo tiempo que aumenta el gasto sin control, sobre todo en las Autonomías? ¿De dónde sale tanto dinero para el despilfarro y la corrupción?
Hay datos que lo dislocan todo, que confirman la naturaleza fantasmal de nuestras cuentas. ¿Cómo se explica que, según la Agencia Tributaria, en 2014 hubiera en España sólo 5.394 personas con una renta superior a los 600.000 euros anuales, mientras que en el 2007 había 10.580 declaradas? En siete años se esfumaron más de 5.000 declarantes ricos.

La naturaleza fantasmal de la economía

(Foto: A. T. Galisteo)

Concluyo: Como decía Cervantes de la cruz, detrás de la cual siempre se ocultaba el diablo, tras el fantasma de las cifras siempre anda la política. La economía es siempre política y por eso no hay una única solución a los problemas económicos. Ya dijo Stuart Mill que «ningún problema económico tiene una solución puramente económica».
Ocultar la realidad, la crudeza de los datos, es la peor política. Lo pagaremos muy caro.

 

Santiago Tracón

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