Premio MAX al Mejor Montaje 2019
La Ternura de Alfredo Sanzol
Una sociedad sin ternura es una sociedad en guerra. Alfredo Sanzol
A buen seguro, y si el corazón no me engaña, Alfredo Sanzol, uno de los mejores Directores de Teatro del panorama español, hace lo que le apasiona. Y no me digan por qué. Pero se le nota. Hay una química en sus textos y en sus personajes que atrapan y enternecen al espectador más reacio a adoptar actitudes igualmente plausibles al elogio y al aplauso. Hay una mirada cómplice, un enredo de lo más verosímil, una magia escénica, un te quiero y no puedo y un te quiero a reventar el cielo. Tuve ocasión de ver televisada en el “Teatro de la 2”, la comedia LA TERNURA y me he vuelto casi tarumba, valga la expresión, buscando la grabación en A la carta de RTVE para poder disfrutarla de nuevo.
Ciertamente, y parafraseando a Sanzol, una Sociedad sin ternura, se parece más a una sociedad sin hombres y mujeres de paz. Influenciado e imbuido por las comedias de Shakespeare, “La Ternura” se adereza con lo mejor del poeta y escritor inglés que haya dado la Literatura universal: con sus metáforas, sus enredos y equivocaciones, sus juegos de palabras para nada huecas, vacías ni alambicadas sino profundamente filosóficas ( que ahí está la clave), expresiones sencillas y sin apenas rayar el esperpento. En la obra de Sanzol, (que no quiere personajes deformes ni grotescos, muy al contrario) no sólo nos acerca al alma humana, sino que logra que nos imbuyamos de ella, y desde este enfoque, nos ofrece esa particularidad del ser, que pide, exige y ofrece amor y que con la mejor versión de sí mismo, es capaz de amar y de ser amado, aunque esto mismo nos lo desdiga el argumento inicial, con esa negación casi abyecta de los seis personajes de la necesidad, finalmente imperiosa, de la coexistencia vital entre ambos sexos.
Interpretan majestuosamente el elenco formado por Paco Déniz, Elena González, Natalia Hernández, Juan Ceacero, Emilio Gavira y Eva Trancón, otorgando a cada personaje una impronta y una individualidad propias que se van desvelando increscendo a lo largo de la obra como los secretos mejor guardados al oído. Déjenme que yo les susurre el mío. Aunque no pueda volver a ver la obra, pienso empecinadamente comprarme el libro. Seguro que me río un rato.
Usue Mendaza