La tristeza de un rey. Juan A. Galisteo Luque

 

LA TRISTEZA DE UN REY

Tres villas tiene Fernando
cada cual más conocida;
una es Sos, donde nació,
la otra, sin duda es Medina.
Luego está Madrigalejo;
-allí, se le fue la vida.

Ha transcurrido ya un año,
y aún sigue abierta esa herida
por la ausencia de Isabel,
su esposa y reina querida.
Hoy con Juana, la esperanza
se convierte en cruel desdicha
con la muerte de su esposo,
que, en fúnebre cofradía,
parte a tierras de Granada,
cruzando el albor del día.

Camina el Rey Don Fernando
por esas calles nevadas,
sopesando el cruel destino
que a su hija le esperaba.
Tiene aún viva la memoria
de grandezas y semblanzas,
por las campañas gloriosas,
por las derrotas calladas;
porque a pesar del esfuerzo
en estrategias y alianzas,
no posee un heredero
que le cubra de esperanza,
y así, delegar sus reinos,
ya que el tiempo se le acaba.
Recuerdos, lleva recuerdos
de amargura y de nostalgia,
por la muerte de dos hijos
primogénitos que amaba.

Desde Génova a Valencia
viajan Fernando y Germana,
cruzando un inmenso espacio
de mar, de tierra y montaña.
Ella, queda en Aragón,
como esposa y cortesana;
mientras él, muy presuroso,
a galope se adelanta,
cruzando esa gran meseta
de la estepa castellana.

Ya hace tiempo que Fernando
no tiene intención, ni ganas,
de entenderse con Gonzalo,
“El Gran Capitán” que llaman.
El más grande militar,
ha caído en la desgracia,
y a la muerte de Isabel
las relaciones se agravan.
Quizá por resentimiento,
o tal vez, por las campañas
y él éxito conseguido
en sus continuas batallas.

Ya salen desde Vitoria
las tropas del Duque de Alba,
van al sitio de Pamplona,
con el Coronel Villalba.
Poco tiempo reinaría
la corona pirenaica;
en el mil quinientos quince,
tras ruegos, pactos y alianzas,
en el Reino de Castilla
quedaría anexionada.

 

Madrigalejo
(1516)
Asoma en Madrigalejo
a la luz de la alborada,
el sol sobre un horizonte
de terciopelo escarlata.
En la torre de su iglesia,
allá, en la parte más alta,
campanas tocan a duelo,
a duelo doblan campanas
por el alma de Fernando,
que ha muerto de madrugada.
De Plasencia al Monasterio
de Guadalupe viajaba,
y se encontró con la muerte
que escondida lo esperaba.

Rey Fernando, Rey Fernando,
que unificaste esta España
de Castilla, de León,
de Aragón y de Navarra;
de aquél Reino Nazarí,
desterrado en la Alpujarra.
Que a judíos y conversos,
llegado un tiempo expulsaras
de Toledo y de Levante,
con un edicto en Granada,
hoy quisiera yo decirte,
sin juzgarte para nada,
que a pesar de tanto celo
y sagacidad temprana,
destinada ya tu hora
en el lugar de morada,
una gran melancolía,
sucumbió tu frente alta.

 

 

Autor: Juan A. Galisteo Luque

Fragmento del romance . «La tristeza de un rey»
Premio: Centro Católico de Obreros 2016
de Medina del Campo en su XXIX certamen de poesía.
Sos del Rey Católico.

Fotografía y blog del autor

 

 

 

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