Los albinos y la brujería muti. Javier Claure C.

Los albinos y la brujería muti

Los albinos y la brujería muti.

 

Los expertos aseguran que el albinismo es una condición genética que da lugar a la mutación de uno o varios genes que están asociados con la melanina, el pigmento que define el color de nuestros ojos, piel y cabello. Las personas albinas carecen de este pigmento tan importante para la salud de los seres humanos. Según las Naciones Unidas, el albinismo es un trastorno poco frecuente. Se estima que en Europa y América del Norte una de cada 17.000 a 20.000 personas es afectada con algún tipo de albinismo. Mientras que en ciertos países africanos se estima que una de cada 1000 a 1400 personas padece de albinismo. Las personas albinas están marcadas por la pesadumbre y la injusticia. Desde que llegan al mundo van cargando, en sus espaldas, las malditas cruces del destino. Son discriminados y perseguidos. En algunos países africanos creen que las mujeres que dieron a luz a un ser humano albino, han sido víctimas de maldición. Y, en consecuencia, esas criaturas traen mala suerte al resto de la familia.

La brujería es un fenómeno muy antiguo que, en mayor o menor grado, existe en todas partes del mundo. Durante la Edad Media, por ejemplo, había brujas buenas y malas. Las brujas de buena cepa daban consejos sobre la fertilidad, el amor y la sexualidad. Tenían conocimiento de diferentes plantas, piedras, cristales, árboles, animales etcétera. También eran curanderas y en sus rituales utilizaban analgésicos, calmantes, líquidos, hierbas y restos de animales. Las brujas malas renunciaban a la fe cristiana para hacer pacto con el diablo. Y así practicaban magia negra con fines maléficos.

En España, Galicia, es considerada tradicionalmente tierra de brujas aunque en Cantabria se destaca la Guajona, una bruja nocturna. Tiene los ojos pequeños y brillantes, la nariz aguileña y los labios descoloridos. Posee un único diente negro y enorme, que utiliza para clavarlo en las venas de los niños y chuparles la sangre por las noches. (Guerrero, 2001). La brujería en América Latina, según algunos entendidos en la materia, es una mezcla de costumbres indígenas y africanas que surgió tras la llegada de esclavos negros al continente americano. En África muchas personas acuden a los brujos y pagan para conseguir, según su imaginario, felicidad, trabajo, riqueza o tener éxito en el amor. Los pescadores asisten a rituales de hechicería para tener conocimiento de los bancos de pescado en el mar. Incluso muchos intelectuales, posibles presidentes y alcaldes, siguen los consejos de brujos y brujas en sus campañas electorales. En Bolivia, en los parajes más profundos y oscuros de las minas, «ch’allan» (rociar) los mineros al Tío de la mina (diablo hecho de barro) con agua ardiente. Le envuelven con serpentina y fuman «kuyunas» (cigarros) para rendirle pleitesía. Le suplican que les señale el lugar donde se encuentran las vetas de metales preciosos, y que les proteja de los accidentes.

La «brujería muti», que se utiliza en algunos países africanos, se basa en la utilización de hierbas, huesos y restos de animales. Pero en su forma más primitiva y terrorífica, se emplean partes del cuerpo humano. Y de acuerdo a los hechiceros, mejor si esas partes humanas son arrancadas en vivo. Así la víctima grita, sufre, llora de dolor; cosa que potencia los conjuros para lograr lo solicitado. Algunos chamanes han indicado que los albinos son «perfectas piezas» para este tipo de rituales. Pueden pagar hasta mil dólares por una pierna o un brazo. Por eso los albinos viven aterrados en ciertos países africanos. En medio de la negritud son condenados a una especie de ostracismo social. Y a pesar de que son considerados hijos del demonio y parias que llegaron al mundo por castigo; sus huesos, sus órganos y sus extremidades, según los brujos, están impregnados de divinidad y son requeridos para rituales de magia negra. Por lo tanto, no sorprende que las tumbas de albinos sean profanadas para robar los huesos y venderlos en el mercado negro. Desgraciadamente los hechos han ido mucho más allá. En algunos países, los albinos son perseguidos hasta arrancarles una pierna, una mano o un brazo. Hay testimonios espeluznantes de víctimas que han sido mutiladas a machetazos.

Cuando estuve viajando por algunos países africanos tuve la oportunidad de conversar con la gente y un par de albinos sobre este asunto. Una persona me contaba lo siguiente: «una vez vi cómo le cortaron el brazo izquierdo a una muchacha albina de doce años. Se acercaron tres hombres, dos de ellos la sujetaron fuerte, y el tercero empezó a dar machetazos hasta arrancarle el brazo. La chica gritaba y lloraba desesperadamente. Y antes de escaparse con el brazo, dejaron una botella con un líquido para echar a la herida y cicatrizarla. Nunca me olvidaré de esos gritos. Seguro venderán su brazo a los brujos». Luego otra persona tomó la palabra: «En un pueblo no muy lejos de aquí, una mujer tuvo un hijo albino. Su familia aseguraba que ese niño traía mala suerte. Le aconsejaron que lo vista de negro y lo deje abandonado en una choza. La madre no entendía muy bien el por qué, pero obedeció a los familiares. Después de unas horas, llegaron varios hombres a la choza y le cortaron, con un machete, las piernas al recién nacido. Finalmente lo mataron y se lo llevaron todo el cuerpo pequeño».

Vicky Ntetema, mujer valiente de color y ex periodista de la BBC en Dodoma (capital de Tanzania), ha hecho denuncias contra el mal trato y los ataques a personas albinas. Por eso ha sido amenazada de muerte. Hoy en día camina con guardaespaldas y a veces utiliza velos para taparse la cara y ocultar su identidad. Ha fundado, en 2010, la ONG, “Bajo el Mismo Sol” (Under the Same Sun) para la protección de albinos. Uno de los objetivos es informar a la gente acerca del albinismo para que las personas afectadas con este mal, no sean discriminadas ni perseguidas en la sociedad. En resumidas cuentas: “Bajo el Mismo Sol”, es una organización que intenta prevenir la terrible maldad ejercida contra las personas albinas.

 

 Javier Claure C.

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