Consumidores
He tirado la cuchilla de afeitar que venía usando y he cogido una nueva. Mientras me afeito pienso en cuántas cuchillas más voy a estrenar de aquí al día en que me muera, cuántos tubos de pasta de diente, cuántas camisetas y pantalones, cuántos cargadores de tinta de mis plumas, cuántas recargas de móvil, cuántas toallitas de limpiar las gafas, cuántos calcetines y calzoncillos, cuántas nuevas cajas de los medicamentos que me ayudan a seguir viviendo. Creo que esas cifras explican mejor lo que he vivido y me resta por vivir que la mera observación del almanaque, objeto en el que por otra parte no suelo reparar, como no sea para apuntar una cita o contemplar complacido a la chica del mes de agosto.
Últimas anotaciones en el calendario del teléfono (los de pared o escritorio parecen relegados al olvido o como mucho a que una de sus hojas aparezca fijada con un imán en la puerta del frigorífico): el jueves 17, cita con el anestesista, el viernes 18, a las seis de la tarde he de llevar el coche a la estación de lavado de Sevilla Este. El chico marroquí que lleva el negocio, desde que sufrí el ictus nunca se olvida de preguntarme cómo estoy; también puedo añadir los lavados de coche a los datos ya mencionados, pensándolo bien son casi todos datos de consumo, lo que me hace considerar que pasamos la vida consumiendo y que podemos medir nuestro tiempo, sobre todo cuando ya hemos vivido bastante, por toda la ingente cantidad de los más diversos objetos y bienes que hemos consumido y por los que probablemente seguiremos consumiendo, en mucho menos cantidad, es de suponer, que los que quedaron atrás, en contenedores, vertederos o incluso en ríos y mares por desgracia. En algunos casos puede que la cantidad de objetos o servicios por consumir que nos aguardan en esa franja de futuro mucho más estrecha y despoblada que la franja de terreno recorrido, sea mayor que la correspondiente al tiempo ya consumido (también consumimos tiempo, aunque esto lo hacemos de forma bastante inconsciente, si tuviéramos plena conciencia de que el tiempo nos devora irremisiblemente, quizás no tendríamos valor para levantarnos cada mañana). Por ejemplo, a partir de cierta avanzada edad, en general, vamos a consumir más medicamentos, contabilizaremos más visitas a médicos y especialistas, gastaremos más en calefacción y en pantuflas y batas de casa, sumaremos más paseos por las alamedas, más horas sentados en un banco al sol, más recuerdos perdidos o transformados en niebla que difumina lo que fuimos y nos ayuda a olvidar lo que ahora somos.
Máximo González Granados