De legionario a santón. Por José Fernández Belmonte

De legionario a santón

 

Jerónimo Amigo era un tipo peculiar. Pese a su apellido, desde preescolar no De legionario a santónse le conocía amigo alguno. Era un tipo huraño, de aspecto enfermizo y más feo que pegarle a un padre. En la mili lo destinaron a regulares y, para darle alguna utilidad inherente a su aspecto físico, le encargaron la muy loable tarea de cuidar a la cabra. La muerte repentina de la cabra lo llevó a enfrentarse a una especie de consejo de guerra que lo condenó a fregar letrinas de por vida desde que sonara el «Quinto, levanta, tira de la manta» hasta el toque de retreta, que, por cierto, a él siempre le pillaba en el retrete.

Evidentemente, por estos motivos y por otros más inconfesables, Jerónimo Amigo se dio de baja del glorioso Ejército Español, para irse a una comunidad hippie de las Alpujarras granadinas de la que había tenido noticias escuchando Radio Nacional.

El gurú de la comunidad, a los días de su llegada, y tras mirarlo fijamente a la cara un par de veces, lo asignó al cuidado de las cabras, con cuya leche fabricaban un queso artesano con el que mantenían aquella comunidad en la que el sexo libre, entre otras filosofías más complejas e inexplicables, marcaba la identidad y el devenir diario de sus seguidores.

La cuestión fue que el sexo, al fin y al cabo, no era allí tan libre como se pregonaba ya que Jerónimo Amigo no se comió un colín durante los tres meses que aguantó en aquella sierra cuidando de las cabras y haciendo queso.

Asqueado de su desdicha, metió unas cuantas cosas en un zurrón, se apropió de un macho y varias cabras de las que más leche daban, se puso una zamarra de piel de cabra y un taparrabos que él mismo se había confeccionado como vestimenta, y con nocturnidad y alevosía se marchó a fundar la comunidad de adoradores del macho alfa junto a una sueca miope que había perdido sus gafas y no tenía dinero para comprarse otras.

En la actualidad, la comunidad creada por Jerónimo supone un modelo de desarrollo sostenible vanagloriado en toda Escandinavia, y es la envidia de toda la Alpujarra debido a las trescientas suecas miopes que le acompañan.

Según una reportera noruega que recientemente visitó la comunidad para realizar un extenso reportaje para un revista de vida alternativa, el gurú se exhibe todo el día sentado en un trono realizado con maderas de la zona, viste un taparrabos de piel de cabra, y sobre su cabeza luce un chapiri de cabo primero de la Legión.

Dicen en su pueblo que Jerónimo Amigo continúa, a día de hoy, sin tener un solo amigo, y muchos son los que opinan que ni falta que le hace.

José Fernández Belmonte

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