El Adelantado de Murcia
En tiempos de Enrique III El Doliente Murcia se hallaba sumida en continuas reyertas entre los bando de Manueles y Fajardos. Los ciudadanos pacíficos emigraban buscando seguridad. Murcia se despoblaba huyendo de sus opresores. De nada sirvieron las reiteradas quejas del Monarca para restablecer la ley, en la turbulenta Murcia, a pesar de los mucho enviados, que resultaron inútiles y despreciados por los rebeldes capitaneado por García Laza, pariente de los Manueles.
El Consejo del reino instó, al rey Enrique III, que tan arraigado mal merecía, el envío de tropas armadas –pues sólo con las armas se logrará pacificar Murcia –concluyeron.
Mas, alzándose D. Ruy Dávalos, ofreciose a acabar con las revueltas sin emplear armas, con la condición de que el Rey le concediese poder, que, sin dudar, le fue otorgado por D. Enrique de Trastámara, III de Castilla, nombrándole, además de su Condestable, Adelantado de Murcia con pleno poder real. Al alba, ya cabalgaba el valiente D. Ruy, hacia Murcia.
La desdichada ciudad andaba aterrorizada y subyugada por la voluntad de García de Laza, pariente de Los Manueles, hombre poderoso en riquezas y grato al populacho. Regía la ciudad a su antojo, asesinando a contrarios y burlándose de los mandamientos del Rey.
Sin perder un segundo, D. Ruy Dávalos, Condestable de Castilla y Adelantado de Murcia, se instaló en la casa del obispo y citó a García de Laza, que, soberbio, acudió a su llamada acompañado de una tropa de seis mil hombres. Altivo, sabiéndose protegido por su ejército popular, se enfrentó a D. Ruy, el cual previamente había dado orden a su criado de que, sin dejarle mediar palabra, cortase la cabeza del traidor. Ruy Dávalos, sin vacilar, tomó la cabeza del líder populista y, asomándose a la ventana, la arrojó sobre el populacho espantado.
–Esto haré con quienes no acaten las leyes del Reino.
D. Ruy cumplió su palabra: Murcia quedó en paz y restablecida la autoridad del Rey.
*D. Ruy Dávalos, alto de cuerpo y delgado é buena persona, hombre de gran discrecion é autoridad y de gran consejo así de paz como de guerra. (…) Pasó por grandes hechos de guerra y paz. Fue muy de dulce condición é de buena conversación y de gran consciencia temía mucho á Dios e amó mucho las sciencias.
*Fernán Pérez de Guzmán, Generaciones y semblanzas
Catalina Ortega