Hoy, sin una causa aparente que justifique la elección, he puesto en Youtube a la Electric Light Orchestra (ELO). Mientras escribo esto, escucho esos viejos temas. Afuera, el sol, generoso por estas tierras, ilumina un día espléndido de noviembre y una lavandera blanca se mira, con coquetería, en el reflejo que le proporciona el cristal de mi ventana.
Los viejos solemos hacer estas cosas. Por eso vamos más despacio, ya que, por cada paso que damos hacia adelante, miramos varias veces hacia atrás.
La vida nos ha regalado tantas cosas bonitas que es de recibo que las recordemos, de vez en cuando, para no caer en el victimismo. Estamos aquí. El sol brilla. La ELO suena. El tiempo sigue. Rajoy gobierna. Wert es Ministro de Cultura. ¡Qué más le podemos pedir a la vida!
Creo recordar que la última vez que escuché a esta banda de melenudos de Birmingham fue en la casa de mi amigo Jaime. El disco era de su hermano Manuel Carlos, que era algo mayor que nosotros y estaba por los huesos de mi hermana. Ahora dirige una sucursal bancaria en no sé dónde y no sé cómo. El disco era un vinilo en formato LP. A la gente joven estas cosas les sonarán a chino, pero a nosotros, por aquella época, nos sonaban a gloria. Como le sabían a gloria bendita los cigarros Bisonte que mi amigo Jaime le robaba a su madre.
Tras escuchar a la ELO, escuchábamos a Supertramp, a los Bee Gees, a Pink Floyd y a otros tantos, de los cuales hoy, muchos de sus componentes, ya crían malvas.
Quizás nuestro paso por la tierra, tan fugaz y tan hermoso, tenga como única función la de contribuir como fertilizante a la cría de malvas.
La floricultura es, sin saberlo, nuestro principio y nuestro fin. Nacemos para criar malvas y, nos guste o no, las criaremos.
Tal vez por eso, a mi amiga Emi, que entiende tanto de floricultura, y que ayer con el día de los muertos hizo su agosto, le ha dado por escribir novela erótica. La floricultura y la novela erótica son, en resumidas cuentas, la misma cosa. Por eso, como preámbulo a cualquier intento reproductivo, regalamos flores. Por eso, tras el parto, regalamos flores. Por eso, cuando la espichamos, nos ponen flores. ¿Se dan ahora cuenta de la importancia de la floricultura y de cuánta razón tiene mi amiga Emi?
Nos procreamos, sin ser conscientes de ello, con la única finalidad de generar más fertilizante y que las malvas sigan creciendo lustrosas. Por lo tanto, gracias a ese proceso tan ecológico, en mañanas luminosas como las de hoy, algunos podemos seguir escuchando a la ELO, escribiendo sin saber para qué, o esperando a que llegué otro maravilloso lunes para ir a trabajar y que la economía mundial vuelva a florecer.
A mis malvas les pido, tan sólo, que tengan un poco de paciencia.
José Fernández Belmonte
Por supuesto, diles a las malvas que esperen, que es muy hermoso formar parte del ciclo de la vida, de la regeneración de la naturaleza, pero que ninguno tenemos prisa.
Me ha encantado esta reflexión y su genial toque de humor. Y ese tono melancólico de quienes conocimos el vinilo y a los Bee Gees.
Un abrazo entre nardos y violetas, que es más castizo.
Gracias Elena, tú siempre tan generosa con tus comentarios.