El quinto aniversario
Había alquilado una casa rural con cinco dormitorios situada en el pueblo de Malcinco del Valle, donde preparé a conciencia la celebración del quinto aniversario de mi salida de la cárcel invitando a los cinco miembros de la banda que vivían todavía. Nos habían cogido a todos, si bien ellos solo fueron acusados por cómplices y secuaces; yo fui el único del grupo condenado por aquel asesinato. Compré comida y bebida, cubiertos de plástico y vasos de papel para recordar nuestros tiempos entre rejas.
Por la tarde del 5 de mayo descorché cinco botellas de vino y dejé la puerta entreabierta. La mesa, repleta de buenas tapas frías; cinco sillas puestas en semicírculo frente a la mía; un toque de viento movía las cortinas y las manecillas del reloj avanzaban con lentitud.
A la 1 de la noche, o sea, la hora 25, llegó Mariano, el único que se había atrevido a venir. Supe de su presencia al notar el olor a sudor que siempre lo acompañaba. Tras echar una mirada furtiva alrededor suya se encogió de hombros y se sentó. Apenas hablamos pero comimos y bebimos hasta las 5 de la mañana.
A esa hora saqué de mi americana un gran sobre y repartí con Mariano los cinco millones que había ganado en la Primitiva. Al estar solo los dos, tocó a mitad cada uno. Cinco minutos después Mariano ya se había ido y no le he vuelto a oler ni a verle el pelo.
Dorotea Fulde Benke