¡Pero si ya sabemos que cuando muere alguien las cosas
continúan existiendo, encantadoras e indiferentes…!
Dietario Voluble
En disposición
Siempre llega un momento en el que uno tiene la necesidad de desaparecer y devorar, con la glotonería del hambriento, el tiempo que se le pone a su entera disposición. El verano es un buen momento para eso. Todos pasamos por la necesidad de desconectar, de permitirnos unas cuantas horas de gloria y de reencontrarnos, entre caña y caña, con lo que en nuestro imaginario quisimos ser. El verano viste un velo que dulcifica las cosas y que permite creer que casi todo aún es posible. Así que llegado agosto escapamos como podemos y pasamos a vivir en una especie de espejismo del que sabemos que tiene un final más que cierto. Pero nos conformamos porque somos del genero facilón y de engañarnos solo un poco. Aparcado el despertador, dejamos durmiendo el sueño de los justos las obligaciones que nos mortifican durante el resto del año. Deseamos que el tiempo muerto, con sus horas flojas, haga su trabajo, que nos relaje la vida aun sabiendo que, al final, ese mismo tiempo regalado nos devolverá a todos, incluido al canario que metimos a empellones en el maletero del coche, a la casilla de salida para volver a empezar.
Es hora de descuidar lo de fuera a base de sandalias y melenas despeinadas, y quizá lo de dentro también: ya dispondremos de meses suficientes para recomponernos. Los paréntesis son paréntesis y el invierno siempre vuelve.
Anita Noire
Y qué maravilla de estío. Y qué maravilla el regreso a casa. Y qué maravillosa es la vida. Un abrazo, amiga.
No dejo de dar vueltas a eso, con palabras diferentes, pero con el mismo sentimiento de estar en una rueda (¿la de la fortuna?) de la que es imposible apearse. Vale la pausa para tomar fuerzas, pero la vida no es agosto. Desgraciadamente.
Muchos besos.