Esta mañana el cielo está cubierto. Mirado hacia el norte, se ve bajando desde el Tibidabo una bruma que al llegar a la parte baja de la ciudad se transforma en un bochorno irrespirable, pegajoso, pesado. Salgo a caminar antes de que las agujas del reloj me indiquen que debo abandonar el ocio para dedicarme a algo que se supone mucho más importante aunque no lo sea, pero que al final, importante o no, se convierte en el pan que llevamos a casa. Un paseo sin destino que me convierte en el objetivo de mi propio envite endiablado. Es difícil imaginar las cosas que nos pasan a cada uno por la cabeza, el motivo por el que en un momento dado alguien rompe amarras y se aleja sin que el otro haya tenido capacidad de colocarse en un nuevo sitio. La vida es complicada, a veces.
Me cruzo con un par de ciclistas que corren por las aceras como gamos y cuando creo que voy a terminar en el suelo me sortean casi sin sentir. A estas horas la ciudad parece abandonada y nada presagia que en unas horas los extranjeros tomarán las calles, convirtiéndonos a los paisanos en extraños en nuestra propia casa. Mostramos al mundo las bondades de una postal que al acercársela para contemplarla mejor desprende aroma a orín y cierta decadencia resplandeciente, una especie de engaño mágico del que es fácil quedar prendado porque lo feo, lo triste, lo contradictorio queda escondido bajo la alfombra. A veces quedar atrapado entre dos mundos, el real y el que se muestra, es ciertamente una mala faena.
Anita Noire
Interesante paseo (de pensamientos) por la ciudad. Me ha gustado.
Curiosa descripción de la ciudad. Tristeza y resignación. Algún desencuentro. No todo es luz y felicidad. Los turistas, algunos, no muchos, pero suficientes, no respetan. Llegan a territorio conquistado. Mañana saldrá el sol.
Me gusta esta corta historia.
Al comenzar el relato pensé en lo bueno que resulta el momento de ocio que despeja nuestra mente y ya finalizando asocié los acontecimientos que muestran y ocultan, una realidad muy bien expresada.
Un abrazo
Un paseo de lo más habitual, solo que no todos sabemos contarlo. Un ejemplo de que, por encima de todo, el escritor ha de ser buen observador e intérprete.
Me encanta.
Un abrazo.