La envidia es propia de gente desocupada. De personas que espían tras las cortinas la vida del vecino mientras la suya se escapa así, sin estrenar.
Al envidioso no se le puede enseñar a ser feliz, porque él no quiere ser feliz: quiere que el otro sea desgraciado. Y se consume a fuego lento aguardando el momento, frotándose las manos aunque a él en nada le afecte la bonanza o la ruina del otro.
El envidioso no odia al otro porque piense que es injusto que tenga lo que él no tiene –dinero, belleza, salud, alegría, talento…-, no quiere que se haga justicia, quiere ser el otro. Y que el otro sea él.
Y cuando se imagina siendo el otro, se ve mirándose a sí mismo por encima del hombro.
Hijadecristalero
Ilustración: Quino
Proscritosblog
Excelente autocrítica. Nunca mejor dicho. Un saludo cordial.
Envidia cochina, envidia sana; envidia es, al fin y al cabo. Y dicen que la felicidad es una planta que jamás crece en el huerto del envidioso 🙂
Un saludo.