Escenas de playa. Por María José Moreno

playa

 

El sol brillaba en todo su esplendor calentando todo y a todos. En la sombrilla de mi derecha un adolescente se afanaba en escribir sobre una libreta de papel cuadriculado. Escribía, tachaba, volvía a escribir. Le observaba de reojo llena de curiosidad.

La madre del joven también lo vigilaba y de vez en cuando le preguntaba de qué quería el bocadillo, sin que él respondiera abstraído en lo que hacía. A la tercera vez que no encontró respuesta alzó la voz.

—¡Migue! ¿Estás sordo o qué?

—No, mamá, ¿qué quieres? —respondió sin interés.

—¿Que de qué quieres el bocata?

—Me da igual.

—De eso no tenemos. ¿De tortilla o de chorizo?

A no encontrar respuesta le quitó la libreta y comenzó a mal leer:

Ascendí por el río de tu mirada hasta el mar de tus lágrimas buscando el origen de tu sufrimiento.

—¿Qué es esto?

—Un poema —dijo el joven.

La mujer, alarmada, llamó a gritos a su marido, que se llamaba Jacinto y que refrescaba sus pies a la orilla del mar. Jacinto acudió a la vera de su esposa sin saber qué ocurría.

—¡Mira! —ordenó enseñándole la libreta.

Jacinto la cogió como si le quemara y mal leyó:

Nau… fra… gué en la playa de tus re-cu-er-dos y supe de tus miedos, luché contra los monstruos hasta liberarte de ellos.

Yo no sabía cómo iba a terminar aquello. Jacinto miró al chico muy serio, con ojos de espanto, como si hubiera visto al mismo diablo.

—¿Esto qué es? —preguntó.

—Un poema —repitió su hijo.

—¿Un poema? ¿Un poema? Mariconerías es lo que son. No te quiero ver más con esto —dijo tirando la libreta a la arena.

Cayó cerca de donde yo, tumbada, como quien no quiere la cosa, asistía a esa desafortunada escena, y pude leer: Vencido por el cansancio sin saber del final de la batalla te contemplé. En tu sonrisa, ajena a mi esfuerzo, estaba la clave: había vencido.

Me miró y lo miré. Una lágrima corría veloz por su imberbe mejilla. Le guiñé y sonrió.

Un poeta nunca sucumbe.
Max Mismo
  María José Moreno

Blog de la autora

 

Mi pequeño homenaje  a un poeta que se ha ido a las estrellas (Max Mismo)

 

4 comentarios:

  1. Elena Marqués

    Lo confirmo: un poeta nunca sucumbe.
    Un abrazo, María José, y a todos los amigos de Max y las estrellas.

  2. Muchas gracias. Un abrazo muy grande

  3. Genial María José, lo malo es que a día de hoy, existen muchos padres así. Un saludo.

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