Intervención
Las Artes, la música, el teatro (cuando llegaba el día), la pintura y el cine, (cuando se podía) y muy en particular la Literatura, tenían para él un poder anestésico (sin dolor ni intervención quirúrgica) y tal vez por eso recurría tan a menudo a ella. El hecho de no poder explicar con palabras la sensación que producía en él leer a viva voz, o escribir a mano, de alguna manera le soliviantaba. Y no es que le perturbara el hecho en sí, pero le interesaba y mucho, describir la poderosa influencia que provocaban en él los libros o una página en blanco a punto de ser invadida por la imaginación. De un tiempo a esta parte, había recuperado la autoestima y no aquella sobre la que versaban aquellos libros aburridos de autoayuda que dormitaban en los estantes inertes de aquella especie de biblioteca, cuyos volúmenes, con olor a viejo, le parecían donados. No. No se refería a esa autoestima. Él se refería a la AUTOESTIMA de verdad. En los últimos meses había sentido de nuevo ilusión por las cosas. Se había recortado la barba tan dejada. Se había apuntado a la lavandería por las mañanas y por las tardes, bien limpio, acudía a los talleres de lectura subvencionados que organizaba y dirigía un voluntario que le había parecido al principio muy resabido, con aires a inspector de Hacienda o a ratón de biblioteca.
Con el tiempo, que todo lo adereza y el trato que lo impregna, el tipo aquel le empezaría a parecer cercano y empático. Sí… empático. Aprenderían en el taller el significado de nuevas palabras y en esta ocasión tocaba «la empatía» y para ello, el profesor les pediría que seleccionaran un libro y que analizaran al protagonista (desde sus peculiaridades y su forma de actuar hasta sus rasgos psíquicos, virtudes, defectos o debilidades). Que el próximo día todos pondrían en común su tarea y tratarían de ponerse, no sin esfuerzo, en el lugar de cada protagonista. De esta forma tan especial y divertida, se olvidaría durante casi una hora larga, – que a él se le hacía siempre intensa y corta – que era preso, sí…¡claro que de una de las cárceles más modernas y permisivas del país ! pero preso al fin y al cabo. Mientras estaría anestesiado, a merced de su recién estrenada afición literaria hasta que por fin vería la luz. Y no sólo precisamente la de la calle.
Usue Mendaza