Hoy me he cansado de las palabras. De usarlas. De abusar de su inocencia. De arrojarlas como dardos a la conciencia de los que no se implican en la lucha. Esta especie de reacción alérgica, en parte, se ha producido tras intuir la inutilidad de mi discurso. Las he visto rebotar, letra a letra y sílaba a sílaba, en la cabeza hueca de los que van por la vida de victimas de su propia intransigencia.
Me he sentido incapaz de penetrar el blindaje de los resignados, de horadar su arrogante desgana y su falta de compromiso, no sólo hacia los demás, sino lo que es peor aún, hacia ellos mismos.
Agotado por ese descomunal esfuerzo, una vez más, he bajado al sótano donde duermen mis collages. Como siempre he rebuscado en los cajones en los que se amontonan ideas congeladas en papel y pegamento. Los he sentido húmedos. Fríos. Aburridos. Tristes.
Al parecer, mis collages, mis viejos y adorados collages, esperaban hace tiempo mi visita y se han mostrado enojados conmigo.
-¡No nos dejes tanto tiempo solos! -me han dicho todos al unísono.
-Disculparme, he estado muy ocupado flirteando con las palabras. La verdad es que ahora les dedico más tiempo a ellas que a vosotros -les he explicado.
-No te líes con las letras. Las palabras se apoderarán de ti. Son muy traicioneras. Cuanto más las uses, más te dominarán -me ha dicho una princesa con un traje de cola que habita en un viejo collage del año 97.
-Soy un hombre de palabra. No me importa expresar lo que siento. Me gusta comprometerme -le he explicado a la princesa del collage.
-A veces es mejor callar. ¡Qué nadie sepa lo que piensas! -me ha insistido la princesa.
-Creo que el pegamento no te ha sentado bien. No pienso cambiar. Siempre me han dado más miedo los que callan que los que hablan. Quien calla otorga. El que no se pronuncia tiene mucho que esconder -le he explicado a la princesa como si le hablara a mi propia hija.
¡Guau, guau, guau! – el perro que acompaña en el collage a la princesa no para de ladrar.
-¿Qué buscas?¿Qué necesitas hoy para inspirarte y escribir uno de esos relatos que luego publicas en tu blog? -me ha preguntando una señora gorda que aparece sentada en una silleta a la orilla de la playa de un collage del 2005.
No le he respondido a la señora y me he desconectado de aquella extraña conversación porque todos los personajes querían hablar y me he sentido agobiado. Eso ha provocado que huya de la figuración y me refugie en las formas abstractas. La abstracción es un mundo de transgresión donde los discursos fluyen libres, sin corsés, sin normas ni estereotipos.
Alejándome de las palabras que me perseguían en forma de discursos corrosivos, y de la figuración necesitada de conversación, me he refugiado en la abstracción.
Este collage del 2009 me ha servido de alivio. Como un bálsamo. Lo necesitaba.
José Fernández Belmonte