Kilómetro 43
«Sí algún día llegas a ser bueno en este juego,
¿qué va a cambiar para ti?» Me dijo al marcharse.
Richard Ford
Las manos tiemblan. Coges el volante con fuerza, pero el temblor sigue ahí. Respiras hondo. Intentas concentrarte en la carretera aunque sea una recta infinita por la que no pasa nadie, por la que no pasa nada. El parabrisas se tapiza de mosquitos que el sol seca al minuto. Escuchas el silencio roto por el motor del coche y el zumbido de una abeja que se cuela por la ventana. El corazón se te aturulla, late un poco más rápido que hace unos minutos pero la cabeza, despejada, sigue ordenando cualquier cosa que por ella va pasando. Tu ganancia será mi perdida, pero nadie notará la diferencia. En apariencia nada habrá cambiado. En tu mundo invertido, las sombras son tenaces y las conversaciones pendientes anulan el sentido. Te escuchas el corazón y te alegras de seguir vivo. Quizá deberías parar a repostar antes de que sea tarde. En el arcén se pudren los restos de un zorro.
Anita Noire