La luna de Valencia
Pisaron la Luna, su huella quedó bien marcada sobre el satélite que oye de día y habla de noche.Hasta su llegada, el planeta Tierra vivía en la inopia absoluta, pero los protagonistas, los astronautas, que tuvieron que batallar desmintiendo misterios y teorías de la conspiración que les rodearon toda su vida, y que, durante ella, inquisitoriamente les interrogaron sin cesar, siempre sobrevoló la sospecha del viaje del Apolo, y de las peripecias que de él se derivaron. Pero ellos eran testigos privilegiados de la verdad, Aldrin y Armstrong, ¡nos vieron! Ellos habían dejado de ser incrédulos y, a pesar de su bisoñez lunar, supieron guardar el secreto.
Hoy, os voy a contar la verdad, pero tenéis que guardar el secreto, tal y como hicieron los cosmonautas americanos.
Bien, os cojo la palabra. Desde los mismos orígenes del ser humano, infinidad de nosotros vivimos en el satélite. Atraídos hacía él, en mi caso llegué a ella un lunes de hace algo más de medio siglo procedente de otra luna, en concreto de la luna de Valencia, y durante todos estos años, por más firme que me he propuesto volver el lunes siguiente, no lo he conseguido, y es que… se está tan bien sentado en el silencio de los restos de un meteorito, con los bolsillos repletos de susurros y pensamientos, miro a la Tierra, paso las horas escuchando los bohemios sueños y promesas casi nunca cumplidas, juramentos que mis congéneres mascullan del anochecer a la madrugada con la mirada alzada a la luz de la Luna.
Jordi Rosiñol Lorenzo