El pueblo, del que en otro tiempo dependían el gobierno,
la justicia, las fuerzas armadas, todo, ahora se desentiende
y sólo desea con ansia dos cosas: pan y circo.
Juvenal
Si algo define los tiempos en los que vivimos es la falta de ilusión. Una tremenda falta que se ha expandido sin dejar a nadie a salvo. Y, con la falta de ilusión, la pérdida de la esperanza, porque ya no creemos en nada, o en casi nada. Perdimos la perspectiva del mañana y la creencia en que una nueva forma de vivir, de convivir, en definitiva, era posible. Algo ha cambiado, y a peor, no cabe duda. Somos incapaces incluso de engañarnos para que la soga de la que se vale la desesperanza no nos apriete cada día un poco más. El desencanto es colectivo y traspasa de manera silenciosa el día a día de cada uno, transformándolo en una suerte de desvelo desangelado. Todo se va convirtiendo en una ficción bizarra, en la que el pulso vital de la sociedad se apaga poco a poco. No soy yo, eres tú; o quizá es al revés, no eres tú, soy yo. Una grieta inmensa en la que caben mil vidas enteras aplastadas por el amansamiento y la bajeza de quienes nos gobiernan.
En los años ochenta, Golpes bajos cantaba aquello de «malos tiempos para la lírica» y se quedaron cortos, aunque algo intuían en aquella otra canción en la que decían «no mires a los ojos de la gente, me dan miedo, siempre mienten». Así andamos, con el estribillo entre los labios, un estribillo que un día coreábamos pensando que aquello era solo una canción porque el mundo era nuestro y otra forma de entender la vida era posible. Pero no. El tiempo, maldita sea, corrompe y pierde. Pero, aun así, de vez en cuando, de un modo absolutamente irracional, sobrevuela un poco de la esperanza que no ha muerto del todo y el deseo feroz de que algo cambie.
Anita Noire
Un sentimiento certero, Anita, expresado en muy pocas palabras. No puedo estar más conforme con el sentir que se nos cuela a diario por cualquier rendija del alma y, que se encargan de inocularnos los que manejan y gradúan el «pan» y el «circo». Hace tiempo que yo misma lo empecé a vivir, la vida es una puta disfrazada si no cambiamos nuestra propia perspectiva. Es cierto que cada día nos rodea más negrura, o eso nos parece si vivimos en esa especie de presente continuo y eterno que también nos han inculcado desde pequeños.
¿Y si el presente fuera presente (el ahora, el momento) y ya está?, ¿y si la ilusión fuera algo a conquistar cada día al levantarnos?, ¿y si viviéramos cada día como si fuera una vida entera?
No, la esperanza no ha muerto; bueno, de hecho creo que continúa en la caja de una tal Pandora 😉
Incluso, dentro de la inquietante letra de la ya emblemática «No mires a los ojos de la gente», podíamos encontrar agazapada la esperanza, o la ilusión de encontrar a alguien entre la multitud amenazante para amarlo:
«mientras las calles se van llenando de gente
en mi escondite puedes quererme
puedes quererme
quédate a mi lado
no lo pienses más…»
Un abrazo en esta tórrida noche de verano.