Había cambiado su comportamiento. Cada día me sorprendía con su mirada huidiza, con su falta de interés y de intimidad. Me huía. Yo pensando en su infidelidad. Buscando señales, olores. En sus camisas, en sus pantalones, en los bolsillos, en el reverso de los albaranes. Nada. No encontré nada.
Pero seguí en la búsqueda. Todos los días. Durante un mes. Alimentando la oruga de los celos. Haciéndola crecer en mi mente. Rumiando, con dolor y lágrimas.
Hasta que un sábado me entregó una rosa y un billete de avión. El gran viaje soñado salió de sus manos.
Brisne
Colaboradora de Canal Literatura en la sección «Brisne Entre Libros«