Las mujeres con pasado y los hombres con
futuro son las personas más interesantes.
Chavela Vargas
Desde muy temprano escribo en la terraza. Ha amanecido con una cierta neblina, ligera pero más húmeda de lo habitual. Entro en busca de una taza de café y pierdo dos minutos repasando la correspondencia que ayer dejé sobre la mesa. Debería abrirla solo para poder guardarla lejos de la vista de cualquiera que pase por aquí, porque esas cartas solo son los apuntes de la cotidianidad de una vida corriente que a nadie interesa: alarma, agua, luz, gas, teléfono. Una alarma que funciona cuando quiere pero que pago religiosamente. ¿Qué guardo de esa manera? No tengo tesoros que resguardar, pero pago para que mi intimidad, la seguridad de casa, esté limitadamente protegida. Pongo la radio y dejo correr el agua para que salga caliente. Como no queda café en cápsulas, un sobre de descafeinado, robado de algún hotel, hará la vez. Es la hora feliz con menos graduación del mundo. Pero hay poco ruido y el aire corre fresco, a veces solo eso basta. Mi cabeza ha vuelto al lugar que le corresponde. Nada es gratis. Después de lo que ha parecido una eternidad, soy capaz de centrarme en lo que hago. No necesito nada más que enterrar las ideas que mueren, un poco de constancia y conseguir el punto de equilibrio que permite vivir en una calma relativa. Algún día habrá otra tesis más que casi nadie leerá.
Anita Noire
La vivencia contada de forma natural y da material para pensar y comparar, tantas vidas tantas historias. Simplemente, me gustó.
Desde Rosario va un saludo
Betty
Un hermoso texto descriptivo de la cotidianeidad que, como dice Betty, ofrece material para la reflexión sobre nuestras propias vidas.
Un abrazo.