Ni bancos ni banderas
Queda el cuello con su armazón torcida y estropeada, las vértebras machacadas, esa mordedura que se agarra a la espalda como una garrapata y no te deja otra opción que aprender a transitar de la mañana a la noche con ella, queda ésta dificultad para levantarme a las siete de la mañana y ponerme los zapatos y salir a la calle para empezar la jornada; queda ese empeño que pone la cuesta en ponerme difícil la subida, el sueño y el cansancio que me aplastan, el desgaste de los huesos, la alergia, tan devastadora cuando llegan esos días que le gustan y la impulsan a pisotear mis ojos y mi piel y mis fosas nasales, queda esta sensación de pérdida de elementos y condiciones insustituibles, quedan los años formando a tu alrededor una cueva de Altamira sin pinturas ni perspectivas de progreso o civilización…Pero siguen ahí el sol, los niños exigiéndote que vuelvas a ser niño, un sol princesa en la pizarra, tu hijo corriendo sobre la hierba, tu mujer que atraviesa un puente y te coge de la mano, que no te deja que salgas de casa sin besarla; queda también esta absoluta seguridad de que todo aquello que de verdad importa apenas cuesta nada, sólo la voluntad de abrir los ojos, de abrir la mano, de mirar las estrellas y tocar el tronco de un eucalipto y entender bajo una luz que apenas dura una milésima de segundo, de que somos átomos, somos dioses y universo, una misma y única entidad sobre la que resulta imposible construir un banco o poner una bandera.
Máximo Gónzalez Granados
Segundo premio del IX Certamen «Poemas sin Rostro» 2016
Nos dejas pequeñas historias que siempre tienen un final trascendente al que llegamos a través de los gestos más pequeños y cotidianos, los más importantes sin duda.
Hermosos textos Máximo, gracias por dejar que nuestra mirada se pose en ellos.
Un abrazo
Me ha gustado mucho este análisis en el que con pocas palabras haces una certera radiografía de estos textos breves, que como muy bien has observado parten de lo trivial para terminar apuntando hacia esas cusestiones o preguntas que nos acompañan siempre. Me ha gustado sobre todo porque a veces ni yo mismo soy consciente de ello y tú lo has visto muy bien. Gracias por esa mirada tuya tan certera, tan amable.
Un abrazo.