Olivia, querida nieta
Ya sabrás que todo el mundo reconoce la rama de olivo como un símbolo de paz que una paloma lleva en el pico por el mundo buscando donde reposar. La paloma lleva siglos volando sin descanso pues aún no ha conseguido que haya un día con paz universal. Al igual que la luz de las farolas del Principito (ya lo leerás) se encienden y apagan sin cesar alrededor del mundo. Tu nacimiento hoy con millones de otros niños es, de nuevo, razón para la esperanza.
Naces en Navidad que, para nosotros, es el tiempo de celebrar la paz. Tienes delante toda una vida para elegir tu destino. De ti dependerá elegir. Pero, además, todos a tu alrededor lo haremos posible con nuestra dedicación y amor. Tu padre Moisés, que no le teme a las aguas, tu madre Valentina, que no le teme a nada; tus abuelos María José y Francisco Javier, que te garantizan amor y poesía; tus abuelos Asunción y Antonio, que te garantizan amor y pesadez; tus tíos Bernardo y Carlos que te garantizan lo que les pidas.
Naces niña en tiempos en que, por fin, estamos aprendiendo, hombres y mujeres a apreciar la enorme suerte de que lo que no es varón sea tan maravilloso. Podrás ser pintora o futbolista, actriz o abogada, poetisa o camarera, arquitecta o albañil, astronauta o minera, sacerdotisa o cooperante, feliz o feliz. Nada será gratis. Precisará de esfuerzo. También de la suerte, pero, sobre todo de tu esfuerzo inteligente. Lo que sea, sea para tu felicidad y la de la gente. Lo que hagas, hazlo bien y no mires para otro lado cuando se necesite tu apoyo inmediato o mediato. De caridad o política, de esperanza o consuelo.
Naces Olivia en medio de un montón de novatos que te miramos asombrados y vacilantes. Ninguno de nosotros ha tenido antes ni nieta ni sobrina. Pero no te preocupes que tu madre lo lee todo y tu padre lo resuelve todo. Tu belleza no debe extrañarte, pues bella es tu madre y tu padre no estorba. Tu resolución no debe extrañarte, pues resuelto es tu padre y tu madre no estorba. Tu bondad no debe extrañarte, pues buenos son tus padres y tus abuelos y tíos no estorban. Tu inteligencia no debe extrañarte, pues… Úsalo todo para hacer el mundo mejor.
Naces niñita para que tus abuelos cierren el círculo virtuoso de la vida. Si padres tembloroso fuimos, ahora somos abuelos expectantes con mirada atenta y experta. Observaremos como creces, como aprendes, como nos quieres y como nos dejarás cuando vueles alto, alto como la paloma con tu ramita de olivo diciendo “adiós, gracias abuelitos, voy a hacer lo que pueda“. En realidad seremos nosotros los que nos iremos cuando nuestro tiempo se acabe, pero tú, tú te quedarás para vivir, para ejercer, para ser madre y después abuela. Y ese día busca este papel dentro de una botella flotando en el Mar de Internet (ya sabrás). Busca también alguna foto nuestra y recuérdanos. Así viviremos en ti un poquito más, Olivia, querida nieta.
Antonio Garrido Hernández