«Las traiciones durante la guerra resultan infantiles comparadas con nuestras traiciones
en tiempos de paz. Los amantes, primero se muestran nerviosos y tiernos
hasta que lo hacen todo añicos, porque el corazón es un órgano de fuego».
Algunas cosas hay que dejar macerarlas. El entusiasmo y la necesidad de dar rienda suelta a lo que uno lleva conteniendo dentro cuando se encuentra un resquicio por el que darle salida, casi siempre, es el paso previo a la entrada en una espiral de decepción de la que es difícil escapar cuando los rigores de la vida cierta y cotidiana azuzan para que vuelvas a la realidad. La necesidad de escapar de prisiones mentales, de arrimarse a pulsiones gratas y reconfortantes, acostumbra a edulcorar cualquier cosa que se ponga por delante, y la esperanza se deposita en lo reciente e inesperado como si fuera la llave del calabozo, pero la precipitación apasionada, sobre todo necesitada, acostumbra a ser una mala compañera de viaje.
Decía Atticus Finch que “la única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la conciencia de uno”. Y, aunque todo parecía sumar, cuando los primeros fuegos se apagan, llega la hora de hacer cuentas, de contar con otros con los que no se quisiera contar, y de reconocer que retorcer las circunstancias no sirvió de demasiado porque éstas tienen la consistencia del bambú y después de doblegarlas vuelven a su estado natural y se imponen por encima de lo deseado; y aquel calabozo del que se escapó como alma que lleva el demonio aparece haciendo sombras sobre la conciencia, sobre lo que eres, sobre lo que quieres y lo que esperas porque, como dice Finch, tu conciencia sigue allí, vagando en solitario, y la suma de las gracias deja de sumar y empieza el momento de las restas y de reconocer que a medio camino de lo empezado quedó anclado lo realmente deseado, que no era otra cosa que tu propia vida y la identidad robada por la rutina y la desgana, y así, sin darte cuenta, te vuelves a encontrar prisionero de ti mismo.
Anita Noire
Siempre acertada, Anita. Habrá que encontrar las fórmulas para conseguir salir de la prisión. El problema es que a veces nos cuesta reconocer que la clave está dentro de uno mismo.
Muchos besos y felices fiestas.