Si no quieres repetir el pasado, estúdialo.
Algunas cosas no dejan de existir, no dejan de ser verdad, por el solo hecho de no pronunciarlas de manera continuada. Una mentira no se convierte en verdad por más que la repitamos hasta la saciedad. Y, aun así, acomplejados por la existencia de aquello que sabemos que existe, en ocasiones parece que solo se puede esperar un milagro que haga desaparecer algunas cosas.
Tú y yo no somos iguales. Y no es nada misterioso lo que nos hace diferentes, es la naturaleza y algunas maltrechas convenciones sociales que se arrastran desde casi el inicio de los tiempo. Puedo afirmar con rotundidad que no quiero ser más que tú, ni más que nadie, aunque sea diferente. No quiere tener mejores beneficios que los que tú puedas obtener, pero tampoco quiero que los míos sean peores solo por el hecho de que nacimos con cromosomas distintos. Atrincheradas en el subconsciente del ser humano bullen la diferencia y la discriminación. La globalización también se extiende a la vulnerabilidad de algunos colectivos o puede que sea al revés, es la vulnerabilidad la que se extiende hasta convertirnos en sociedades cojas, desiguales y discriminadoras.
Disfrutamos de la igualdad formal y en ella se supone que encontramos amparo. Y cada vez más es así, pero aun queda mucho camino para que en todas partes, sin dejar un solo rincón del mundo, las oportunidades no dependan del sexo del que las busca.
No quiero un día de la mujer, pero eso no significa que no valore lo que hicieron y sacrificaron todas aquellas mujeres que me antecedieron en el tiempo e hicieron posible que en mi vida jamás haya sufrido discriminación alguna. Sería muy ingrato por mi parte.
Quiero un día que no se celebre nada, porque no haya nada que celebrar. Un día en que la discriminación y la intolerancia sean castigadas de una manera tan ejemplar que no quede un ser humano sobre la faz de la tierra al que le queden ganas de colocarse por encima de nadie por ser de un color, un credo, una raza, una orientación sexual distinta a la de sus vecinos. Un día en que la igualdad lo haya lavado todo. Solo quiero un día en el que no tenga nada que conmemorar y ni siquiera me acuerde de que hubo un tiempo en el que había que establecer días para recordarnos que por encima de todo somos seres humanos. Quiero un día en el que el ocho de marzo solo sea el precoz avance de la primavera en un calendario cualquiera.
Anita Noire
Blog de la autora
No se puede decir mejor, Anita Noire.
Un abrazo.
Me has emocionado. Yo también quiero que no haya nada que celebrar porque no haya enfermedades incurables ni diferencias ni peligros ni víctimas.
Que así (algún día) sea.
Un abrazo.