Si, lo reconozco, y como lo he reconocido, me tenéis que perdonar (eso dice la Virgen chiquita que se paseó por mi blog el otro día).
Además no es tan grave, sobre todo si lo miramos desde el radio inexacto que perfora mi círculo emocional. Nunca es recto (mi radio), siempre encuentra diminutas arterias que lo fragmentan en mitad de una historia tan bella como la de esta noche:
Puri y
yo,
dos amigas que
se confiesan
sobre la
ensalada de pollo,
el queso
mitad de cabra y
mitad de oveja y
sobre el alioli negro
de recuerdos.
Dos amigas y una culpable: ella.
Culpable por su corazón grande como una casa de putas donde siempre me quedo a vivir, con sus verbos benditos atiborrados de amor hasta reventar de imposible y con sus ojos preñados de preguntasrespuestas.
Ella, que quiso que pidiéramos vino (yo también quería, claro, seguro que más, pero ella se adelantó y ya sabéis, al igual que tonto es el último, culpable es el primero).
Y luego las confidencias,
esas que te
atan para siempre
a una persona.
Dos amigas contándose
lo más hondo,
de sus entrañas.
Y después un no hay salida, un siempre seremos siempre.
Está escrito en nuestras venas.
Y claro,
el vino,
vuelve el vino…
Y ese coche de la policía tan bien aparcado; gritándome: estréllate contra mi estrella (que redundancia más hortera) y yo, santa hembraetílica, riendo y yendo directa a su culo (al del coche) sin poder remediarlo.
Perdone, he intentado explicarle al poli que ha salido medio dormido del vehículo. Yo no quería, ha sido Puri la que ha pedido el vino…
Y en fin, aquí estoy, en el calabozo (suerte que siempre llevo unas braguitas de repuesto en el bolso), esperando a que mi chico, que es el alcalde de esta ciudad, venga a rescatarme y la prensa no se entere.
Eso sí,
espero,
al menos,
que ella,
la culpable,
esta noche
haya triunfado en
la cama.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»
Blog de la autora