Milan Kundera, (1929-2023). Por Ángel Silvelo

 

Milan Kundera, (1929-2023)

LA COSMOLOGÍA QUE DIVIDE A LA FANTASÍA Y EL AMOR.

 

 

   Si como dicen, el amor es el gran motor que mueve el mundo, la fantasía sería el gran sustento que precisa ese amor para sobrevivir. Desde esa extrañeza que hay entre lo vivido y lo soñado, podríamos decir que Kundera, a través de la importancia que durante toda su carrera literario dio tanto al sentido del humor como a su particular concepción musical presente en sus trabajos, forjó un emblema que parte de una compleja técnica narrativa que va desde una aparten sencillez a una compleja búsqueda por descifrar el alma humana. Alma recortada por sus acontecimientos biográficos de los que intentó huir, pues hizo de su análisis particular un continuo ensayo sobre la vida de Occidente de la segunda parte del siglo XX. Esa búsqueda y las decepciones que la acarrearon le hicieron desconfiado, lo que a nivel de su vida y su obra le llevó a no conceder entrevistas ni a consentir que le tradujeran sus propias obras (lo que sólo consiguió en parte). Ciudadano sin patria, a la que le condenó el comunismo, buscó en París ese lugar desde donde poder seguir escribiendo y reflexionando desde un anonimato plagado de éxitos literarios y reconocimientos que, con el paso del tiempo le fueron llegando sin que por ello la Academia Sueca le concediese el Nobel de Literatura, a pesar de las veces que se le propuso. De ese desarraigo físico y literario arranca lo que podríamos denominar como la cosmología que divide a la fantasía y el amor, pues esas podrían ser dos de las premisas de las que parte Milan Kundera a la hora de plantearnos el conflicto entre los personajes de sus novelas. A las que cabría unir la necesidad del hallazgo no encontrado. Sin embargo, la ambición del narrador va más allá y transita sobre la realidad y la ficción, el espejo y su imagen como herramientas o artilugios que le sirven al autor para hacernos pensar sobre nuestra vida real y aquella que soñamos, y así de paso, llevarnos a su terreno; un campo de batalla que representa muy bien esta frase del propio autor: «Lo que sólo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca». En este sentido, siempre hay alguien que en tono jocoso nos recuerda: “ten cuidado con lo que deseas porque corres el peligro de que se haga realidad”, y esa es la terrible tragedia de los deseos cumplidos en la que acaban sumidos sus protagonistas que, en su vertiente femenina, viene plasmadas en personajes de mujeres poderosas, enigmáticas y duales, como duales son sus acciones y sus pensamientos, sus sentencias declaradas y sus deseos no confesos. A lo largo de nuestra vida nos pasamos anhelando cosas materiales, deseos, experiencias, sentimientos, pero nos suele ocurrir que, cada vez que éstos se hacen realidad, no nos satisfacen como habíamos previsto. Quizá, porque deseo y realidad nunca se corresponden al cien por cien. Ese enigma que navega en el mundo de los deseos y la ruptura, sin embargo, no va a aceptar el momento que éstos se convierten en realidad. De ahí, que el amante que trata de complacer y demostrarle su amor infinito y eterno, al otro, también sea víctima de sus propios deseos. Complacer nunca resulta fácil y menos en la figura de una mujer que, cuando ya lo ha perdido todo, no necesita buscar, sino sentir. Libre de ataduras reales necesita encontrarlas en las encrucijadas de sus pensamientos, que rebotan en su vida de una forma distinta y desfigurada como el reflejo de su propio cuerpo en un espejo, idéntico pero no igual. Entonces, es cuando esa mujer no se reconoce a sí misma en sus actos, como nosotros tampoco nos reconocemos delante de nuestros particulares espejos, que cada vez más, se empecinan en devolvernos nuestra propia imagen deformada y con más aristas. Las experiencias que conllevan el paso del tiempo son esas huellas que no vemos reflejadas en ninguna parte, salvo en el alma, pero que sin duda están ahí, dentro de nosotros mismos en forma de accidentes vitales.

   Milan Kundera enfrenta el concepto de amor como identidad del otro, lo que nos lleva a mimetizarnos con él y a diluirnos en su esencia. Esa necesidad de amar y ser amado se transfigura en la unión física y espiritual del cuerpo y el alma. Amar para perderse en el fondo de la persona amada. Amar para no tener que revisar nuestro pasado y simplemente cargar con él. La técnica narrativa que emplea Milan Kundera para, hacernos ver la experiencia identitaria de una misma experiencia, es sumamente sencilla, pero acertada a la vez, pues en una misma escena, primero nos la narra el escritor a través de un personaje (desde la lejanía de la tercera persona), e hilando una frase o un pensamiento, la traslada al otro, en capítulos cortos y encadenados que, como los pensamientos, se van solapando en múltiples flashback mentales. En ese rico universo de los pensamientos muchas veces no expresados, reside otro de los puntos fuertes de su narrativa que, poco a poco va creciendo en intensidad, hasta acabar en un ejercicio narrativo onírico y caprichoso con el que el autor nos quiere dejar pensando, pues el amor como gran motor que mueve el mundo, para Milan Kundera, es un magnífico espacio para la reflexión.

   El escritor checo Milan Kundera falleció el pasado 11 de julio de 2023,a los 94 años de edad, en París, donde residía desde 1975.

Ángel Silvelo Gabriel.

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