Momentos para el diálogo (I)
Tengo que reconocer que, en contra de lo que suele ser habitual, soy uno de esos escritores que sería capaz de responder con rotundidad a la pregunta de cuál es, de entre todos las de mi obra, el título que me gusta más; esto es, cuál destacaría por el motivo que fuese de entre los que he publicado, y por qué.
Y afirmo que es en contra de lo que suele ser habitual, porque con ser pregunta recurrente en entrevistas, conferencias y actuaciones públicas, también suele ser recurrente la respuesta: ¡Bueno, no sabría decir! ¡Para mí todas tienen un significado especial!, y cosas similares que suelen suponer la forma evasiva de no saber contestar.
¡No es mi caso! Porque tengo muy claro cuál es la obra con la que me siento más identificado; y ésta es sin duda Momentos para el diálogo (I). Y ello por múltiples circunstancias; la primera de ellas, porque fue escrita en un periodo de mi vida muy especial, en el que encontrándome bastante perdido, buscaba soluciones entre cientos de lecturas de autoayuda que no me sirvieron para que las llegara a encontrar.
Surgió así la idea de reflexionar sobre todo aquello que me pasaba, y analizar por qué a mí no me servía todo aquel conocimiento y saber concentrado en tanto libro al efecto. Y no solo eso, sino que decidí plasmarlo en un pequeño opúsculo con la única intención de comprenderme mejor a mí mismo, y de que pudiera servir de ayuda y guía a aquellas personas que estuvieran viviendo experiencias de carácter similar. Por eso a: Momentos para el diálogo (I), le añadí el subtítulo de “Reflexiones para aquellos a los que no les sirve la autoayuda”.
Curiosamente, este título de especial apego en mi apreciación personal, es uno de los que menos se ha leído. Lo que quiere decir que, literariamente hablando, ha supuesto un auténtico fracaso personal. Pero también debo decir que ello no me ha importado en absoluto. Porque sé que su contenido no es materia banal, ni de simple entretenimiento; cada capítulo, en su momento, fue escrito como si fuera un desgarro del alma que solo podía suavizar con mucha de la sabiduría ancestral, aquella que escribieron hombres extraordinarios y que por ello ha perdurado durante milenios.
Es un libro, por tanto, de lectura recurrente, reposada y periódica; al menos para mí. Por eso vuelvo a ella una y otra vez. Busco aquel o aquellos capítulos que más se adaptan a lo que necesito en esos momentos, y los leo por enésima vez. Y nunca me decepcionan. Al contrario; en cada relectura encuentro algo nuevo, algún pensamiento, alguna idea que en el momento de escribirlo ni siquiera fui consciente que estaba allí.
Y muchas son las obras que me han “tocado”. Pero nada con tanta fuerza como la disciplina filosófica del estoicismo. Y el redescubrimiento del “estoicismo moderno”, una escuela de pensamiento que tiene especial fecundidad en el Reino Unido y los Estados Unidos de América, pero que comienza a irrumpir con fuerza en Europa continental y en los países hispano hablantes del continente suramericano.
Fruto del aprendizaje emanado de ésta corriente de pensamiento, surgió Momentos para el diálogo (II) – Pensamiento y reflexión para la búsqueda de la felicidad; y muy próximamente Momentos para el diálogo (III) – Reflexiones de un estoico actual. Son libros a los que tan poco les auguro mucho éxito editorial. Pero también sé, que son los mejores de toda mi colección.
Mariano Velasco Lizcano.