Mujercitas
Contar historias una y otra vez hasta darte cuenta de que la única importante es la tuya, porque allí se encuentra la esencia de la vida. Narrar lanzando la mirada hacia ti mismo y encontrar ese rayo de luz revelador que te permite ver y comprender todo aquello que antes ni veías ni comprendías. Y saber que, tras cada drama (familiar o personal), se encuentra la senda en la que deberemos de renacer de nuevo. La valentía, la plenitud de un alma joven y la incomprensión hacia un mundo hostil son herramientas indispensables y mágicas a la hora de narrar historias de una pequeña vida. Eso es, en su esencia, Mujercitas, la historia de las historias de unas jóvenes mujeres, sus vidas, y sus sentimientos, a las que la escritora Louisa May Alcott dotó del aroma inconfundible de los clásicos, pues su historia de Jo March es de esas que se transponen al paso del tiempo. En esta ocasión, su directora, Greta Gerwig, lanza una nueva pátina de barniz sobre ella, y la actualiza, con una visión más acorde a los tiempos que vivimos y que, en el caso del film, se visualiza como rayos de luz que se proyectan sobre las tinieblas de la forma de vida y pensamiento de su protagonista. En este sentido, Greta Gerwig acierta al presentarnos este clásico de la literatura y el cine al deambular sobre él pasando del presente al pasado de una forma ágil e inteligente, a modo de párrafos entrecortados dentro de los capítulos de una novela o de flashback visuales en su película, donde sin duda, resalta Saoirse Ronan, con su expresiva y profunda mirada siempre presente ante los acontecimientos que la tocan vivir; una existencia jalonada entre la realidad y la ficción, el drama y los sueños, el deber hacia los demás y la soledad que habita dentro de sí misma. Las grandes cualidades de esta historia, y por ende de la película, es la de transitar por todos y cada uno de los sentimientos humanos de una forma muy sencilla y apegada al realismo inocente de unas jovencitas que, en su bisoñez, no renuncian a nada, sobre todo, al amor. Esa pieza mágica que hace que funcione el resto de nuestra existencia como el mejor de los mecanismos plagado de engranajes.
Mujercitas nos habla de esa necesidad de libertad intrínseca a todos los seres humanos y que, en esta película, se desarrolla a través de la mirada crítica (desde la ternura y la rebeldía) de una joven que no renuncia a reivindicar su lugar en el mundo con el ímpetu de un alma soñadora que se refleja muy bien a través de la literatura y la creación. Levantar ese devenir hostil reflejado en sus manos manchadas de tinta, sus noches sin dormir cuando escribe esta historia o sus conversaciones con el editor de la misma, son como un juego de idas y venidas, de sinergias de plegarias no atendidas con las que la protagonista, Jo March, arremete contra la desigualdad cruel y agresiva del mundo imperante (a finales del siglo XIX) sobre la mujer, y que en la película resucita mediante nuevas visiones y propuestas sobre la vida y el futuro a los que Jo ilumina, sin por ello renunciar a esa diatriba final que es la de sucumbir al amor; una derrota vital que, en este caso, no es lírica o literaria, pues en el fondo, su protagonista sale victoriosa al dar a luz a esta historia que tituló como; una matrioska que contiene historias de una pequeña vida.
Ángel Silvelo Gabriel.