Seducir profesional y personalmente
¿No os ha pasado eso de que alguien que contigo es encantador, va y te dice otra persona que con él es un borde?
¿Y ese dependiente que jamás saluda a nadie y que cuando llega tu madre le lleva hasta las bolsas de la compra o le abre el supermercado, aunque esté casi cerrando?
¿O (esta es una de las escenas favoritas de las que me han pasado) ese comercial de Vodafone, al que tú tratas «lindamente» y que te cuenta, cuando llamas para ver qué haces, porque tu hija se ha ventilado los datos, que su madre también lo enseñó a ahorrar y que le parece estupendo que a tu hija no le des caprichos y que se administre las conexiones…?
Pues eso es lo que me sucede, para alegría de mi vida, muy a menudo y para lo que solo tengo una respuesta:
Cuando interactúo con alguien, no lo hago de paso, como si no la fuera a ver nunca más, no. Lo hago como me ha enseñado mi madre: con el corazón en las palabras y con las ganas de agradar y de ayudar.
Pero también he visto como lo hacen otras personas (y que yo habré hecho en alguna ocasión, seguro), que es relacionándose desde la desconfianza o la falta de generosidad y de tiempo (sí, el tiempo es muy importante controlarlo aquí), y eso, señores, se nota…
Soy una forofa de todo lo que esté asociado al verbo compartir. Necesito saber lo que sucede en el mundo para luego poder escribir sobre ello y para poder diseñar cursos de formación que atiendan las necesidades reales de los profesionales.
Me apasionan las plataformas como Airbnb, Blablacar, por ejemplo. Cada interrelación que haces dentro es abierta y confiada y eso, precisamente eso, es lo que quiero en mi vida: confiar y sentir.
Digamos que, por salud, me relaciono mucho con ellos.
A mayor visibilidad, menos tiempo tenemos de cuidar las relaciones sociales. Más tiempo pasamos en las redes, escribiendo libros, dando conferencias, contestando mails… Con lo que el tiempo que invertimos en tratar con las personas pasa a ser «tiempocutrecillo», en lugar de ser «tiempodecalidad».
Así que he redactado estos cinco principios básicos que no nos deberían faltar en la comunicación emocional con las personas. De ello hablo en mi último libro, ¡¡Socorro, quiero ser las mujeres que viven en mí!!, y sobre esto trabajo de forma muy intensa en los procesos personales de comunicación y visibilidad con mis clientes. Me encanta decir que es pura magia porque todo cambia cuando lo practicas y lo trabajas conscientemente. Además, me sirve a mí misma de recordatorio.
¿Y cuáles son esos principios?
1) SONRÍE: sí, con las patas de gallo, como George Clooney (lo siento, chicos, no se me ocurre un ejemplo femenino más acertado). Sonríe como primer gesto visual. Después, da la mano, habla, lo que consideres oportuno.
Las personas que sonríen, aparte de ser mejor aceptadas, dan la sensación de seguridad, y eso es lo que todos queremos, ¿no?, ser visibles y ofrecer seguridad.
¿Que entras a una reunión?, sonríe y saluda. No está reñido con la profesionalidad, al revés.
2) ESCUCHA: no comiences hablando sino escuchando. Además, es lo más inteligente porque así recopilarás información de la otra persona y te aportará datos para poder relacionarte con ella. ¿Qué estás en un evento de networking? (no nos olvidemos que eso lo hacemos siempre, hasta en la feria de Sevilla), espera a que te cuenten ellos para detectar cual es el «dolor» de la otra persona. Qué necesita, qué le puedes ofrecer… Si comienzas hablando tú, no lo sabrás o perderás esa oportunidad.
3) PREGÚNTALE POR ÉL O ELLA: este es de mis favoritos.
A las personas no les interesa que les hables de ti, quieren que les hables de ellas.
Si la conoces, pregúntale por algún detalle de su vida personal. Si es la primera vez que la tienes delante, interésate por su vida, por algo especial y también personal. No te limites a preguntarle en qué trabaja (que, precisamente, no es lo que más nos gusta que nos pregunten). Interésate si es feliz en la ciudad, si le gusta su trabajo, si tiene hijos…
4) INTENTA AYUDAR: Tenemos claro que, si alguien quiere nuestros servicios, tendrá que pagar por ellos, salvo que a nosotros nos dé la real gana de hacerlo gratis. Lo que no nos llega a convencer del todo es que las palabras colaborar o ayuda deberían formar parte de nuestra marca cotidiana (que es lo mismo que nuestra marca personal).
Siempre hay algo que podemos hacer por las personas y la mayoría de las veces es muy sencillo. ¿Por qué no comenzamos a ofrecernos con el corazón?
Puede ser recoger a alguien en el coche antes de ir a trabajar algún día suelto, compartir algún contacto, presentarle a otra persona alguien que le interese, acercarte a la mesa de un compañero de trabajo que veas ese día algo triste o preocupado por si le puedes echar una mano, enviarle a esa amiga que hace dieta una receta de cocina… Hay miles de cosas que podemos hacer por ayudar a los demás. Y sí, a mayor visibilidad, más hemos de trabajar la utilidad social. No es solo irte un mes a África como voluntario. Eso ya no vende todo el año, eso ya no es molón. Lo realmente valioso es que cada día de tu vida salgas a la calle con esa mentalidad de «voy a ver cómo soy hoy útil a esta sociedad».
5) AGRADECE: Siempre, siempre, siempre. Lo valioso es que encuentres el motivo para hacerlo.
No basta con decir: gracias por invitarme a cenar. Siente ese agradecimiento superior, el que te hace sentir especial porque esa persona ha detenido su tiempo, ha preparado la cena para ti, ha decorado la mesa, ha pensado en lo que te gusta…
Pues así con todo. Si te paran en la calle para preguntarte por tus hijos, por tu madre o por alguien, están invirtiendo su tiempo en ti y, como decía mi madre, cada minuto que las personas inviertan en ti, has de valorarlo porque eso es lo que te hará sentirte especial y realmente importante: que las personas quieran saber de ti. Que les intereses.
Así que en lugar de pensar «qué pesado este tío que me pregunta por mi vida… piensa «qué maravilla que las personas se interesen en mí». Eso sí, otro día hablamos de técnicas para contar solo lo que tú quieres que se sepa y para cortar a tiempo la conversación.
6) SÉ OPTIMISTA: Sí, ya sé que he dicho 5 cosas, pero es que esta no se me puede olvidar y no iba a cambiar el título.
Controla la cantidad de veces que utilizas el no en una conversación. Mira la diferencia y verás que no es lo mismo decir «¿No te importa que vaya a verte, verdad?» a decir «Me encantaría ir a verte. ¿Te importa?»
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O cuando te preguntan eso de «¿Cómo estás?» y vas tú y contestas «No estoy mal; no me puedo quejar…» (que es una negación doble y la otra persona no sabe qué decir). ¡¡Intenta no utilizar el NO!! Di «estoy bien, ¡¡muchas gracias!!».
Y no, no es mentir, es decirle a tu cerebro que estás bien, aunque quieras estar superbién.
Y, después de esto, te vas a tu casa y verás como, cuando vuelvas al súper, el tendero te abrirá la puerta, aunque esté cerrando.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora en esta web en la sección «Tacones de azúcar»
RAE. -Seducir: del latín. Seducĕre; Conducir: persuadir a alguien con argucias o halagos para algo, frecuentemente malo.
Nacemos originales con 0 seducciones e indefensos ante ellas. Diseño cultural, socialización primaria (familiar) y secundarias o social: instituciones, tradiciones e ideas impuestas de generación tras generación, castran nuestro potencial original tan único como el ADN o la huella dactilar. Somos maravillosamente irrepetibles ¿Para qué copiar el caduco diseño cultural que robaron la originalidad/libertad de nuestros antecesores? A mis años, sólo pretendo seducirme/re-conducirme a mi yo original.
Gracias por la reflexión, Yolanda Sáenz De Tejada.